Monstruos

Criaturas fantásticas mexicanas (parte 2)

Eric Angeles Juárez

Ilustración: Donut

(Reportaje publicado en Iboga 1 impresa)

Desde que se tiene memoria, las civilizaciones han encontrado la manera de representar al bien y al mal de modos extrañísimos. Desde dinosaurios con alas y animales antropomórficos, hasta seres inmortales o muertos que se aparecen. México, como buen recipiente de licuadora cultural, tiene sus propios monstruos que viven en la literatura que no se lee (sic.), sino en la que se habla y se cuenta. Desde el inenarrable (como diría Lovecraft) Coco y la mil veces representada Llorona hasta el Chupacabras que se extendió como influenza porcina a través del continente. Disfruten de las alimañas sobrenaturales más representativas de nuestro país.

El jergas

Es un espectro vestido de trabajador que se aparece en las minas, intenta convencer a los trabajadores de ir con él y los lleva a las vetas de oro y plata más ricas. Se cuenta que emite un enorme resplandor sin tener linterna alguna y por eso es fácil identificarlo. Interna tanto a los trabajadores a la mina que mueren a causa de gases tóxicos sin posibilidad de escapar, pues se pierden en las profundidades.

El coyote

Son mascotas del demonio, a diferencia de los perros. Además de robar y asesinar ganado (muy importante para satanizar su imagen frente a los narradores rurales), posee cualidades humanas y poderes sobrenaturales. Puede paralizar a su víctima, tanto a animales como humanos con sólo mover la cola y “echar su vaho”. Come y destaza personas a excepción de su cabeza, pues se cree que como es en la frente donde se dibuja la cruz del bautismo, no pueden acercarse a ella. Violan y asesinan jóvenes mujeres, usualmente lo hacen en manada. Incluso Sahagún en Historia general de las cosas de Nueva España lo menciona como un animal diabólico que “cuando quiere arremeter a la caza primero echa su vaho a la presa para inficionarla”.

Diablo

En la historia de México el Diablo tiene características muy similares a la tradición occidental. Es la representación del mal en sí mismo, pero en las historias rara vez toma su verdadera forma y cuando lo hace casi nunca es descrito. La principal cualidad del demonio es el engaño, tradición que se rastrea desde la edad media en narraciones ejemplares. Usualmente toma forma de hombre o mujer (usualmente el sexo opuesto a su víctima) y seduce a los humanos con sus palabras y/o cuerpo para diferentes fines. Se puede identificar su disfraz porque a veces tiene cola, cuernos y/o patas de chivo (sí, sí, como el cristianismo asocia satánicamente al dios Baco) y tiene una nariz pronunciada y barba (exactamente, igualitos al prototipo de judío, qué coincidencia ¿no creen?). Actualmente una de las leyendas urbanas más populares es la aparición del Diablo en un antro, a veces contada desde la perspectiva de un cantinero, o una mujer o un hombre que son seducidos, que después de platicar y a veces bailar con un personaje atractivo, éste se va y pueden verle las patas de cabra.

Charro Negro

Usualmente es un hombre robusto, alto y moreno (el ideal de todo cantante de rancheras), aunque también se dice que es muy delgado y cadavérico, al grado de que su cabeza es un cráneo. Como su nombre lo indica, siempre se le ve de negro y con sombrero y en ciertas historias lo acompaña un caballo del mismo color, muy bello con los ojos rojos. La historia más famosa cuenta que se aparece en los caminos rurales por las noches y ofrece a los viajeros una bolsa o un cofre lleno de oro; algunos dicen que nadie ha querido aceptar el dinero por parecer cosa del diablo, mientras que otros cuentan que no aceptan porque a cambio les pide la muerte de una persona o un ser querido. Se cree que quien acepte su oferta lo sustituirá como espectro. Otra versión dice que es un hombre que sube a los taxis o a los camiones vacíos y hace parada a los conductores, pero a mitad del transcurso desaparece del asiento trasero. Esta última historia no es exclusiva del charro negro, sino de los espectros humanos en general.

Ahuizotl

Se trata de una leyenda aún viva en ciertas zonas indígenas. Su nombre significa “perro de agua” y es la forma más cercana en la que se puede describir. Es un animal mítico en el que los mexicas creían, pero no sólo su cultura tiene testimonio de su existencia, sino también diversos documentos de primeros conquistadores y evangelizadores. Se dice que lloraba como bebé para atraer a personas al lago o el río donde se encontraba y cuando alguien iba a rescatarlo, lo jalaba hasta las profundidades hasta terminar ahogado, entonces estas personas podían ir al Tlalocan, uno de los cuatro mundos después de la vida que corresponde a los ahogados. Tenía una cola larga que terminaba en una mano de mono, según los testimonios, y algunos lo describen con espinas en algunas partes de su cuerpo.

El nagual

Es prácticamente un hechicero capaz de transformarse en un animal cualquiera.  La mayoría de las versiones concuerdan con que la transformación es exclusivamente nocturna y que su figura no corresponde al bien o al mal en específico. Existen diversas historias sobre su cambio, algunos piensan que se da por completo hombre a animal, otros dicen que una parte del brujo se desprende de él y se transforma, mientras que existen otras versiones en las que el brujo permanece en casa y encarna espiritualmente a la bestia. Son muy comunes los relatos en los que se enfrentan a las brujas o tienen alianzas con ellas. Por otro lado, en la tradición tolteca, el nagual representa el lado sobrehumano, serio y sabio de cada persona (representado muchas veces por el animal del día en que nació), en contraposición al tonal, la parte social, el día y la alegría de cada ser.

Criaturas fantásticas mexicanas (parte 1)

Criaturas fantásticas mexicanas (parte 3)

Eric Angeles

Editor y fundador de revista Iboga, literato de formación, mercadólogo digital de profesión y diseñador web cuando hay necesidad.

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Eric Angeles

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