Hace unos años, muchos se preguntaban qué demonios era un hipster, sin idea de a qué se referían. Hoy ya medio mundo los identifica, pero tampoco queda bien claro qué son. Ayer vi a un sujeto pelirrojo con peinado de hongo y rapado de los costados, lentes de pasta negra muy gruesos y una perforación entre las fosas nasales. Tenía botas rojas (como del Mago de Oz), pantalón emo muy ceñido y una chamarra de piel muy ajustada. Era evidentemente gay, aunque poco viene al caso. “Qué hipster”, me dije prejuiciosamente y al momento me puse a pensar en lo contrastantes que pueden ser entre ellos. Podía tener un sombrerito viajero, barba de dos o tres días, una camisa de franela a cuadros y unos tennis DC tipo skater y también diría que es hipster. ¿Por qué hay tantos y de diferente tipo? ¿Qué es lo que hace hipster a un hipster? ¿La ropa, sus gustos, su actitud? ¿Por qué, como los emos, existe tanta discriminación y/o defensa hacia ellos? ¿Por qué se multiplican como gremlins?
He aquí una de mis absurdas teorías. Creo que hay dos factores a evaluar: el conocimiento “prestigioso” y el individualismo que pretende llevarse al extremo. A pesar de que a pocos les importe, el arte y todo lo que conlleva sigue considerándose conocimiento prestigioso, que convenientemente en esta época está evidentemente contrapuesto a lo que es popular, a lo más común, pues. El dinero o la capacidad adquisitiva (nos guste o no, por más que nos flagelemos como cerdos capitalistas) son señal de prestigio social. En este afán de prestigio, la capacidad adquisitiva de objetos de diseñador (poco comunes también) y el arte o supuesto arte, coinciden en la línea de la esencia hipster, pero no son la esencia hipster. Es decir, el prestigio social y selectivo, es en sí lo que busca un hipster, y en esa línea se le atraviesan varias cosas que pueden servir como medio para saciar la ideología.
El afán de individualismo podría parecer contradictorio en términos formales, pero es la mezcla lo que lo hace tan espeluznante. Sí, sí, las contraculturas. Sí, sí, el término de la familia y la búsqueda de una comunidad de pertenencia. ¿Qué pasa en este caso? La diferencia y lo “poco conocido” o poco popular, lo indie y lo underground, hace difícil y poco relevante la descripción mística de su ideología, tipo de música y comprensión de las personas convencionales. Es como querer llamar la atención, intentando no parecer querer llamar la atención. El individualismo al extremo del que hablo es la necesidad de que las particularidades sean evidentes. Lo contrario a lo que hacen los reguetoneros cuando ponen su música a todo volúmen en las motonetas. Por eso parece haber tantos y tan distintos, en mi opinión, aunque sí existan ciertos elementos identificables en su vestimenta.
Lo anterior está de miedo. Si se habló de la ruptura de la familia, ahora puede hablarse de la ruptura de estas sociedades de pertenencia, como las contraculturas. ¿Y qué necesidad? Si es más difícil querer ser y exponer el ser, ¿porque no simplemente ser (valemadres)? Lo bueno es que si este cambio de paradigma sigue, tal vez este fenómeno de sociedad regrese a la necesidad del individuo por el individuo (sí, sí, claro ¿cómo, no?). Y ya podremos hablar de estupideces filosóficas. Mientras tanto, los prejuicios son inevitables (y en serio me esfuerzo) y estas extrañas criaturas a veces me hacen sentir medio hipsteroso y tengo que mirarme varias veces al espejo para ver si no me han crecido unos lentes de pasta negra sobre mi cara. Me alegro al pensar que algo que un hipster está inconscientemente pensando y que jamás diría, que probablemente rebota en las paredes de su cráneo, es: ¡Quiero ser hipster!