Bernardo Marcellin
Una de las figuras más controvertidas de la literatura del siglo XX es la del escritor francés Raymond Radiguet (1903-1923). Su paso por el mundo de las letras no duró ni siquiera un lustro, dado que falleció de tifoidea a la edad de veinte años, pero el estremecimiento que provocaron sus dos breves novelas, El diablo en el cuerpo y El baile del conde de Orgel, se mantiene vigente a noventa años de su muerte.
A diferencia de otros autores de su tiempo, Radiguet no fue un renovador de las formas (El manifiesto del surrealismo de André Breton data de 1924, por ejemplo). En cambio, abordó sin tapujos una temática que debía inevitablemente producir escandalosas reacciones ya que ponía al desnudo las hipocresías de la sociedad.
Su vida transcurrió a velocidad vertiginosa, como si intuyera que disponía de poco tiempo y su extraordinaria precocidad puede recordarnos la de Mozart. Desde la adolescencia empezó a escribir poemas y se apasionaba tanto por la literatura que dejó de estudiar las otras materias. A los quince años se hizo periodista; a los diecisiete colaboró en el libreto de una ópera, terminó un poemario y una obra de teatro, además de empezar su primera novela. Tenía el apoyo de Jean Cocteau y de otros miembros del mundo literario de la época.
Las dos novelas de Radiguet pueden resumirse simplemente como historias de un adulterio cuyo protagonista es un adolescente llamado Francisco. Esto podría parecer algo bastante banal, pero es el contexto específico de las narraciones el que nos muestra la rebeldía del joven escritor.
El diablo en el cuerpo es una novela en parte autobiográfica. Francisco, de quince años, se convierte en el amante de Martha, tres años mayor que él, mientras Jacques, el prometido de Martha, se encuentra combatiendo en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Ella está organizando su boda, pero es Francisco quien se encarga de los detalles, escogiendo los muebles e imponiendo sus gustos, como si el novio fuera él. La boda se realiza durante uno de los permisos que otorgan a Jacques, pero él debe volver al frente casi de inmediato. Francisco y Martha viven entonces su romance y se pasean frecuentemente por el pueblo, lo que desata todo tipo de chismes. Ambos comprenden que su relación sólo es posible debido a la guerra y a la ausencia del esposo. Aun así, a Francisco le molesta que Martha y Jacques se escriban, pensando que ella tal vez ama a su marido.
La historia se complica cuando, al final, Martha descubre que está embarazada. En el pueblo todos creen que el hijo es de Jacques, que había estado viniendo regularmente durante sus permisos; además, el nacimiento ocurrió en una fecha adecuada con relación a una de esas visitas. Pero Martha debe confesar la verdad a Francisco: el niño nació dos meses antes de lo previsto y es, por lo tanto, suyo. Nada se sabrá porque el médico prometió a la mujer no divulgar la verdad. Mientras Francisco esperaba poder seguir con la relación, pese al armisticio, Martha fallece súbitamente, invocando a su amante durante la agonía. Jacques se queda con el niño, creyendo de que es suyo, y convencido del amor de su mujer por él.
En un ambiente de nacionalismo exacerbado tras la victoria en el conflicto bélico, una anécdota semejante no podía ser bien recibida, en especial por las asociaciones de excombatientes. En realidad, era un secreto a voces que muchas mujeres engañaban a sus maridos movilizados durante la guerra, lo mismo que ellos tuvieron sus aventuras mientras permanecieron en el frente. El problema fue que Radiguet lo plasmó en una novela, evidenciando lo que todos habían decidido callar. El editor, anticipando el huracán que se iba a desatar, y decidido a sacarle provecho, lanzó el libro en medio de una intensa campaña publicitaria.
Poco antes de su muerte repentina, Radiguet completó su segunda novela, El baile del conde de Orgel. Nuevamente aparece un Francisco inexperto en cuestiones amorosas que se enfrasca en un adulterio, con la diferencia de que en este caso el marido no está en la guerra. Pero al conde de Orgel lo que le interesan son las fiestas o bien ir de cacería, de forma que su esposa es apenas parte del decorado.
En esta novela, tanto Francisco como Matilde se muestran aún más inmaduros que los protagonistas de El diablo en el cuerpo, puesto que ni siquiera logran identificar claramente qué sentimientos experimentan. Cuando al fin ella comprende que ama al joven, escribe una carta a la madre de Francisco, pidiéndole que ya no permita que su hijo venga a verla. No obstante, Francisco insiste en seguir presentándose en casa de Matilde y el conde. Finalmente, vencida, ella lo confiesa todo a su esposo. Para su sorpresa, el conde no le cree: piensa que su esposa sólo se imagina lo que le contó, con lo que queda completa la caricatura de la soberbia y la estupidez de las clases altas de la sociedad.
Este final tiene cierto paralelismo con el de El diablo en el cuerpo. En ambas novelas, el marido engañado tiene ante sí la evidencia del adulterio: el bebé en el caso de Jacques, la confesión en el caso del conde. Pero ambos deciden cerrar los ojos. En los dos textos, el amor aparece como un simple juego en el que los involucrados no alcanzan a comprender las posibles consecuencias. Si bien en el caso de Francisco y Martha al menos saben que se aman, en El baile del conde de Orgel sólo paulatinamente lo van descubriendo. Y cuando Matilde al fin entiende lo que le pasa, decide romper con su amante, aterrada ante las posibles consecuencias sociales de su relación. Busca reivindicarse ante sí misma exaltando las cualidades ficticias de un hombre como el conde, frívolo y egoísta.
Radiguet se burló así de los soldados, héroes de la patria, y de las clases altas. Para colmo, murió antes de que los agraviados pudieran vengarse.
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