Por: Andrés Piña
…empezaba la parte de mi vida
que podría llamarse mi vida en
la carretera …
-J.K. On the Road-
Pensemos por un momento en la perfecta era atómica, llena de propaganda eficiente y absurda con música de fondo; nada de sorpresas ni mucho menos imaginación. Ahora tratemos de ver a una sociedad aterrada por la guerra fría, y envuelta gracias a la hipocresía en el más puro olvido de las emociones. Si podemos imaginar todo esto, comprenderemos el impacto que tuvo para los norteamericanos la llamada generación beat. Cuándo se publicó en 1957 la novela “On the Road” (En el camino) escrita por Jack Kerouac, se comenzó a escuchar el término beat, que solía ser una manera en que ciertos artistas y escritores se autodenominaban. El término solo se aplicaba a personas con inclinaciones creativas que fueran una especie de outsiders, de olvidados, seres perdidos en la noche americana como lo escribe Kerouac. Artistas, músicos, pintores, escritores y poetas que se identificaban como la vanguardia de un movimiento que estremecería al establishment americano. Allí se encontraban en la primera línea de batalla: William S. Burroughs, Allen Ginsberg, Laurence Ferlinghetti, Gregory Corso y Gary Snyder, entre otros. Todos traídos a la luz por Kerouac, un auténtico amante del jazz y de la escritura espontánea, viajero incansable, cronista de la América perdida y del México contemporáneo. Con él vino una explosión de escritores y poetas que continuamente propusieron estilos y conceptos nuevos. Desde Burroughs con “The naked Lunch” (El almuerzo al desnudo) y Ginsberg con “Howl” (Aullido), pasando por la poesía de Corso y Snyder, todos llegan como una ola a Frisco (San Francisco), cuna beat por excelencia. Y atrás viene también toda una serie de personas locamente enamoradas, compañeros de viaje que al igual que Kerouac fueron influenciados por Neal Cassady, el que fuera el padre de una nueva generación. A poco más de 50 años de la publicación de “On the Road” y del auge beat en la sociedad estadounidense, seguimos escuchando a Burroughs, Ginsberg y Kerouac hablando de todo y de nada, aún podemos sentir la vida como la sintieron ellos. Porque al final, es cierto que de alguna manera la generación beat trató de renovar la literatura norteamericana. Y trató de hablar del be-bop, en el tiempo en que solo los críticos de jazz lo hacían. Pero quizás lo mejor que nos han heredado es la idea de vivir de acuerdo a lo que escribes. El experimentar y proyectar la imagen de un mundo, con las palabras de un artista, de un auténtico creador. La generación Beat, ha sido la primera y tal vez la única generación literaria en toda América, que se preocupó por vivir de acuerdo a sus principios. Al igual que lo habían hecho los escritores y artistas franceses treinta años antes, durante la época de la bohemia parisina. La mayoría de las personas en los cincuentas, vivían de un modo y pensaban de otro, para ellos no existía un almuerzo al desnudo o un aullido, y seguramente no hablaban por los halcones como dice Gary Snyder. Por eso Sal Paradise, personaje de “On the Road” aún anda por las calles de N.Y y el D.F en este siglo, tratando de entender a dónde se fue la América salvaje que solía existir en los poemas de Whitman, y en las novelas de Hemingway. Pero no camina solo, ya que en el momento en que leemos alguna novela o poema de la generación beat, andamos a su paso, caminamos de a ratos junto a él. Tal vez algún día en el momento menos pensado tomemos un coche y andemos por el mundo, para iniciar nuestra vida en la carretera.