Andrés Piña
Escuchando un disco de Bob Dylan, en algún momento entre “Shelter from the storm” y “Hurricane”, no sé bien por qué, pero me vino la imagen de un río inmenso y profundo. Era una especie de pintura este río, pero sus aguas no eran azules, ni verdes ni negras, eran simplemente plateadas, como si la luna hubiera vomitado dagas. La pintura ya era un recuerdo. Los recuerdos, como bien sabes, tienen maneras astutas de presentarse. Había un hombre con una caña de pescar casi a la orilla del río; fue entonces cuando sutilmente el recuerdo se desplazó de un lugar a otro. Es bien sabido que los recuerdos se desplazan cuando se sienten incómodos. En ese movimiento repentino, entre este tiempo y otro, parecía que buscaba encontrar su lógica, su fundamento. Aquí lo psicológico había pasado de largo, en mi mente la imaginación lo era todo, y lo es casi siempre. El caso es que el recuerdo se sabía parte real, de ahí su viaje. Entre golpes en el pecho y gritos de la calle, entre plástico viejo y medicinas, entre más gritos y más respiraciones lentas, el recuerdo iba de un lado a otro como cabeceando. Se le veían ganas de echarse en mi alfombra como una vaca para morir en la falta de imaginación, en esa brecha entre la realidad y el pensamiento, que al menos yo no lograba complementar. De repente el recuerdo se detuvo, dudó un poco, pero justo cuando iba a seguir andando, se plantó como un fresno: había encontrado su lugar. El recuerdo por fin tenía sus raíces en la realidad. Las canciones en el disco siguieron una tras otra. El recuerdo no se movía. Yo no me moví. El mundo por un momento había percibido la tristeza del tiempo pasado y lo sabía, quizá por eso la noche era fría, tenía también ella un poco de nostalgia. Hablar de lo real, por otra parte, no tiene mucho de interesante. Lo interesante viene después, en ese límite entre la imaginación y la reflexión. Mi tío sabía esas cosas, quizá por eso era pescador. Quizá por eso esa mañana tomó su caña y me invito a acompañarlo. La vida es interesante, pero es aún más interesante cuando le da la bienvenida a la imaginación. Sin ella seríamos idiotas.

Andrés Piña

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