Eric Angeles Juárez
No puedo Marce, ya no puedo más. En verdad me esfuerzo pero él no coopera. Sé que es difícil debido a mi condición, todas mis reglas deben parecerle frustrantes: no se puede rasurar en las mañanas porque no tenemos la espejo y sabe cómo me enojo cuando se va con sus amiguitas del seminario… ¿pero en verdad es tan difícil? Yo también he hecho sacrificios.
—No debería ser tan difícil, amiga, ya sabes lo que dicen, el amor lo puede todo —las dos rieron un poco antes de darle un nuevo trago a su bebida.
—Cuando se conocieron todo iba muy bien, ¿no? Habrá que encontrar eso que los unió en primer lugar.
—No te creas, siempre ha sido complicado. Desde cosas tan tontas como su asqueroso gusto por las Ruffles de ajo y especies, hasta los muebles de madera que tuvimos que sacar de la casa. Parecen tonterías, pero no sabe lo importante que son esas cosas para alguien como yo.
—Y como dices, tú también has hecho sacrificios.
-No sabes… Luego, muy temprano los domingos, se pone a rezar, no sabes qué dolor… Pero es algo que no le puedo quitar, siempre ha sido muy religioso y…
—¿En serio se lo permites? Eso sí que es amor – Vanessa se acercó a Marce en un gesto de complicidad, tal vez porque la música del lugar comenzaba a elevar su volumen.
—No sólo eso… El otro día nos peleamos horrible, tal vez exageré, pero es que dejó todos sus crucifijos en la mesita de la sala… ¡y sabe cómo los odio, el asco que me provocan! Y claro, le grité, él se enojó y salió de la casa por horas. Le escribí un Whats para disculparme, nos encontentamos y me dijo que me tenía una sorpresa… Llegó a casa y a que no adivinas qué me trajo…
—¿Flores, chocolates?
—Un collar muy bonito…
—¿En serio? ¡Qué lindo!
—¡Pero era de plata! Como si no tuviera el dinero para comprar uno de oro… Años conmigo y pareciera que no me conoce.
—Ese infeliz… ¿cómo puede ser tan poco comprometido? Yo que tú lo hubiera corrido de la casa.
—Se lo merecía, pero luego pensé, la intención es lo que cuenta ¿no? Ay Marce, me da mucho gusto platicar contigo, tú sí entiendes por lo que estoy pasando. Nadie como tú.
La música comenzó más fuerte en el lugar, que se había transformado de lounge a antro en punto de las 10 de la noche. Las chicas acabaron sus bebidas y se pusieron a bailar. Un par de chicos las miraron a lo lejos y ellas lo notaron al instante.
—Mira Marce, la oportunidad de saciarnos.
—¿Para eso venimos, no?
Pronto las chicas ya bailaban con aquellos desconocidos, primero entre la música electrónica, luego con el reaguetón intenso. Un par de horas después, eran presa fácil.
—Es hora de llevarlos a casa, Marce.
No tuvieron que hacer mucho para convencerlos, los extraños las siguieron sin preguntar, felices por su buena suerte. Dejaron el antro y se internaron en las calles más oscuras del centro.
Ahí, en plena calle, pero a la vista de nadie, comenzaron a besarlos. Vanessa deslizó su boca hasta el cuello de uno de ellos. Sus colmillos crecieron y penetraron en la carne. Había acertado en la vena y la sangre manó rápida, caliente, reparadora.
A unas calles del lugar, el esposo de Marce rezaba por su alma y por la de su amada, pues sabía perfectamente que era noche de caza y no podía hacer nada para evitarla.
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