Andrés Piña
Mi intención no era tomar taxi, pero al ver el triste clima y la confusión del transporte público, decidí hacerlo. Tampoco era mi intención escoger el camino más largo de regreso a mi casa, pero Insurgentes a la altura de Chilpancingo está peor que Nueva York cuándo lo ataca la botarga asesina de Godzilla. El taxi al que me subí venia con la música a todo volumen y por dentro estaba destartalado. Ni modo, este sería otro día más donde el amor se iba a encontar tan vacío y descompuesto como un vagón del metro. En esas andábamos por Av. Revolución, el taxista manejando y yo leyendo, cuando en un alto, una señora nos preguntó de coche a coche dónde quedaba el metro Sevilla. Yo decidí abstraerme, había estado leyendo el periódico, pero gracias a un mal artículo abandoné la lectura. Era momento de prestar atención a la música que venía viajando por todas partes; no había notado que era Caifanes. Hacía tiempo que no los escuchaba, era final de la canción: “Detrás de ti”. El sintetizador y el teclado son inconfundibles cuándo se mezclan con la voz de Saúl Hernández. Al momento en que se terminó, me entristecí, pues pensé que sería la única rola disfrutable, pero me equivoqué. Los tambores comenzaron a sonar y el ambiente se transformó. Ya no era un coche con dos pasajeros, ya no era un taxi con un cliente, era una multitud, una marcha que salía y se revolvía por todas las calles llena de silbatos y consignas, poblada de banderas ondeando. Era un taxi, pero al mismo tiempo era una protesta con la esperanza rebotando en el concreto, eran mis ojos y los del taxista, era la rebelión plasmada en el concreto, el manto de ilusión consumada. Y el poder temblaba porque había llegado: “El Matador”. No había duda la música estaba a tope en el taxi, pero valía la pena. Los Fabulosos sonaban como la sirena de una ambulancia, mientras tanto los coches nos veían sorprendidos, la avenida tenia música de fondo. Santa María de los Buenos Aires si todo estuviera mejor, reza Vicentico con una oración políticamente incorrecta. Al final sólo quedaba un mensaje, una opción, al final de un trayecto, mientras salimos del taxi solo nos queda pensar en el futuro.