Quiero comenzar esto lanzando una advertencia al lector interesado en ver la película: vela solo. A conciencia de que más adelante se encuentre la razón, no daré explicación del porqué.
Como en la mayoría de las películas de Lars, nos ofrece un breve prólogo cuya finalidad es presentarnos la causa motora de los personajes, pero en Melancholia sugiere una propuesta estética que inserta cada lapsus narrativo: hablo de las escenas en tempo lento con fotografías de excelente calidad aunados al tema musical abusivo (la Obertura a Tristán e Isolda de Wagner), que deja una sensación audiovisual placentera e hipnotizante, cabe decir, muy romántica, pero cada repetición de esta forma funge como preludio de lo que los alemanes llamaban Sturm und Drang.
La historia está segmentada en dos partes con diferente focalización cada una. En la primera nos adentra en la psique de Justine durante la boda organizada por su hermana, Claire: el primer cuadro presenta a la pareja con dificultades para llegaral lugar de la fiesta, cosa que eventualmente se pondrá peor, como una especie de preludio ya que aparecen tensiones leves pero superadas emocionalmente —remarcando la carga emocional de los personajes, porque la emoción se convierte en una metonimia planetaria—; además, durante el desarrollo de la protocolaria fiesta de bodas, símil de la opulencia burguesa —la boda y la fiesta de bodas es un rito que representaba un contrato social: justo aquí, el casamiento representa la riqueza, ya que la organización de un evento a estas proporciones es el sueño de todas las clases sociales, pero unos cuantos se pueden dar la oportunidad sin ver sangrar sus bolsillos. Justine, ciertamente, no se casa únicamente con su esposo, sino con su familia y con el empresario de publicidad que ambiciosamente la persigue con fines lucrativos— se muestra gradualmente la construcción de los personajes, que bien se pueden dividir en las dos familias: la hermana, el cuñado, el sobrino y padres de Justine; sus suegros y esposo.
Mientras la fiesta tiene fluidez, se devela la fragmentada unidad familiar de Justine y lentamente salen a flote las disputas morales entre ellos. Aquí Lars explota algo que de facto ocurre en toda boda: el desentelamiento de las tensiones familiares, aisladas por el tiempo y el silencio. Pero por alguna razón las tensiones no se solucionan, sino son agravadas exponencialmente a causa de un factor fuera de la narración, esto es, una enfermedad mental. A pesar de los conflictos, Justine pasa a ser el centro, siendo ella quien tiene la disposición de que todo salga a flote, pero su debilidad se lo impide y su prometido no puede tomar cartas en el asunto aunque trata de ayudarla y animarla, pero no puede, está totalmente fuera de su control porque Justine se siente sola, abandonada, pues relega asumir responsabilidad por sus decisiones, entrando en un estado de esquizofrenia. Los conflictos emocionales reflejan la condición real de la familia de Justine: lo que pasa después es determinante para entender la segunda parte, la transformación de los personajes y entender qué representa el planeta Melancholia.
En la segunda parte ya notamos a Claire débil, quien antes mostraba fortaleza ante las devanencias, pero ahora parece haber sido quebrada al igual que su hermana Justine, totalmente trastornada. En este punto de la película es donde la cosa se pone seria: el esposo de Claire es un renombrado astrónomo que junto a otros científicos descubren el planeta Melancholia cuya trayectoria se dirige a la tierra sin peligro alguno para la humanidad, según cálculos científicos. Las hermanas se presentan contrarias: Justine cree que será el fin del mundo tomando una posición misantrópica y acepta la naturaleza como única protección; Claire, asustada por la actitud de ella, sufre momentos de ansiedad. Al final, el planeta acaba con los restantes.
Un aspecto muy interesante del filme recae en los espacios. Toda la trama sucede en dos paraderos: la mansión de Claire y el bosque. Conforme avanza la historia éstos dos espacios también sufren transformaciones, lo que da la sensación al espectador de que realmente algo está pasando. Al parecer, nuestros personajes se encuentran totalmente aislados del mundo exterior, esto es, el simbolismo de la solitaria individualidad en la que los seres humanos estamos atrapados, uno, como ser individual e indivisible, no puede escapar de sí mismo. El espacio en la película es simbólicamente el espacio del cuerpo y la mente, con límites indefinidos —cuando las hermanas salen a cabalgar en el bosque la neblina hace presencia, dificultando el sentido de la vista, pero también desfigurando el sentido común porque Justine parece volverse esquizoide. El papel del niño es burdo y casi no da muestras de un argumento sólido, pero la función que desempeña es la del observador inocente que no está consciente de lo que sucede. Como niño no entiende, es víctima de su ignorancia e inocencia. También es interesante ver la dicotomía entre Claire y su esposo: la primera intenta refugiarse en una clase de misticismo personal que constantemente es atacado por Justine; el segundo se refugia en el discurso científico que le proporciona certezas confortables. Ambos tienen miedo de la “otra” posibilidad, sin embargo, enfrentan su miedo de diferente manera.
En una columna sobre πEl Orden del Caos, escribí que la ciencia ficción propuesta por Darren es interiorizada en el protagonista. En Melancholia ocurre lo mismo. La película no narra los últimos días de una familia disfuncional antes del fin del mundo, es una metáfora de la tristeza, de la destrucción individual, de la carga pesadísima que representa el estigma de la depresión como una forma de locura. Cada quién debe cargar con sus fantasmas, pero entre más los pasemos por alto se acumulan en dimensiones planetarias que algún día pueden acabar contigo. Concluiré con la advertencia del principio ¿porqué debe verse en soledad? Porque así se transmitirá la soledad y ansiedad que sienten los protagonistas, y en esto es muy loable la actuación de Kirsten Dunst y la de Charlotte Gainsbourg, quienes proyectan en el espectador la angustia y el miedo.
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