Por Raúl González Durán
Yo también me acuerdo, Margo Glantz, Sexto Piso, 2014.
Me acuerdo del título del libro: Yo también me acuerdo. Me acuerdo que se lo dedicó, entre otras personas, a su dentista, y se me hizo cagado.
Me acuerdo de haber recordado, varias veces a lo largo del libro, de Funes el Memorioso y de que pensé que este libro no se habría terminado de escribir nunca si Margo Glantz fuese como Funes.
Me acuerdo que noté que Glantz siempre iniciaba con la frase “Me acuerdo”, volteé a ver el grosor del lomo, y acto seguido exclamé -verga. Me acuerdo que después de la página 150 me sentí avergonzado por haber dudado de que una sucesión de 383 páginas de me acuerdos pudiesen en algún momento dejar de ser interesantes.
Me acuerdo de haber reído calladito. Me acuerdo de haber reído a carcajada fría.
Me acuerdo de como Margo Glantz ha viajado un chingo, y así no se vale, por que siempre tienes algo bien cabrón y exuberante qué decir. Me acuerdo de que estuvo en Istambul y sentía no haber salido de México. Me acuerdo que sentí muchas veces bonito, y que Glantz sabe mucho de armas. Me acuerdo de que a lo largo del libro me di cuenta de que sin el olvido, los recuerdos serían un continuo irresoluble y confuso, pues el olvido es el lindero en la frontera de nuestra memoria. Me acuerdo de que no sabía si debía chacalearme su formato de hacer puras oraciones que iniciaran con “Me acuerdo”, pero recordé que ella a su vez se lo chacaleó a Georges Perec, y Perec se lo chacaleó a Joe Brainard, así que por chacaleos no paramos. Me acuerdo que los intelectuales se ponen ariscos cuando digo chacaleo y no homenaje, o intertextualidad, o referencia, u otras palabras menos mías. Me acuerdo también, y por sobre todo, que este libro es una buena herramienta para hacer las esperas más cortas y los trayectos mas sonrientes, y que le cobré un profundo cariño por haberme hechado la mano con eso.
Me acuerdo también de que muchos de sus recuerdos son un extracto concentrado de vida bien vivida, y de que eso es muy bueno para la salud de un chamaco lagañoso como yo. Me acuerdo de que tuve que recurrir varias veces a internet para poder acercarme al montón de referencias que Glantz tiene en su bien cultivada materia gris. Me acuerdo de haber olvidado muchas veces en qué página me había quedado. Me acuerdo de haber leído una vorágine de datos hermosos que se sucedían sin un orden cronológico lineal. Me acuerdo que pensé en proponer a mis abuelos que hicieran un libro de sus propios recuerdos, para poder charlar con ellos siempre que quisiera, y luego me di cuenta de que es una verdadera fortuna poder escuchar sus recuerdos con su voz viva y cálida de abuelitos. Me acuerdo de haber sentido en muchas ocasiones que un libro como éste, que trata de todo y de nada, es un manantial de riquezas que brota de un cerebro prodigioso y muy afortunado, y doy gracias por haber podido sumergirme en él, por que finalmente leer sigue siendo una de las mejores maneras de charlar con mentes brillantes.
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