¿La tendencia política se hereda?

La semana pasada platicaba con unos amigos sobre mi actividad como columnista de ciencia y tecnología, y les decía que, como ésta es una columna de ciencia, no suelo hablar mucho de política, ya que algunos de mis compañeros aquí lo hacen (y muy bien). Acto seguido, ellos me retaron, por aquello de que la ciencia no está separada de la sociedad. Y tienen toda la razón, pero el hecho es que si estoy hablando de impresoras 3D o de virus endógenos se me hace difícil relacionarlo con todos los que votaron por Peña Nieto (o vendieron su voto), por ejemplo.

Pero imposible no es. Con el amargo sabor de boca de las celebraciones patrias del mes pasado, que precisamente han exaltado la división ideológica de la sociedad mexicana en este momento en que el poder legislativo discute importantes reformas para el país: los partidos políticos que apoyan la reforma energética contra los que la repudian; el grupo de maestros furiosos que reclaman la afectación de sus derechos laborales y por otro lado quienes los llaman “revoltosos”; los comerciales del gobierno en los que el “guapo” habla sobre los beneficios de la reforma hacendaria y las fotos en Facebook de los perritos tristes por el IVA al alimento para mascotas.

Ello me hizo reflexionar lo bueno que es la pluralidad en nuestra sociedad. Bueno que los debates políticos sean de interés para los ciudadanos y que tengan la libertad de poder expresar sus opiniones en las redes sociales. Pero también me hizo pensar como científico sobre el componente biológico que podría ser responsable de nuestra ideología. De manera que en este artículo hablaré sobre política desde un enfoque biológico.

Un tema recurrente que suele surgir en los debates científicos actuales es la influencia genética en la personalidad o en los gustos individuales. Que esto es más adquirido, que esto otro es más genético, que si el ambiente influye… una y otra vez se dan discusiones de nunca acabar, y muchas se terminan solamente hasta que se pone un artículo científico sobre la mesa.

Y eso es lo que tengo en mis manos precisamente, una revisión muy completa sobre genética y política. El artículo, con autoría de Peter Hatemi (Universidad del Estado de Pennsylvania) y Rose McDermott (Universidad Brown) fue publicado en octubre de 2012 en la revista Trends in Genetics, una de las revistas más importantes sobre genética, y contiene una revisión de los descubrimientos y retos a estudiar sobre el tema. La idea de que las opiniones políticas tienen un componente genético es ampliamente aceptada actualmente, o por lo menos lo suficientemente aceptada como para convertirse en un campo de estudio con su propio nombre: genopolítica.

Antecedentes de la genopolítica

Hay muchos factores que dan forma e influyen en nuestros puntos de vista políticos: nuestra familia, educación, carrera, tal vez nuestros amigos y colegas, ¿Pero la genética? Pues sí. Durante los últimos años ha habido cada vez más evidencias que sugieren que nuestra constitución genética podría ser un factor más fundamental detrás de nuestras decisiones: e inclusive los puntos de vista políticos podrían estar influenciados por nuestros genes.

Esta hipótesis comenzó con un estudio fundamental publicado en 1986, basado en el análisis de las preferencias de los gemelos: por un lado los gemelos idénticos (monocigóticos), que se derivan de un solo óvulo fecundado por un solo espermatozoide, y los dicigóticos (mellizos o cuates, en México) que se derivan a partir de dos óvulos. Para este estudio se asume que ambos tipos de gemelos viven exactamente en el mismo entorno familiar y, al menos en las primeras etapas de desarrollo, las diferencias ambientales de su formación se reducen al mínimo. Sin embargo, sólo los gemelos monocigóticos son genéticamente idénticos, mientras los dicigóticos desde el punto de vista genético son como dos hermanos cualesquiera. Entonces, si un comportamiento se ve influenciado por los genes, la correlación de comportamiento será mayor entre los gemelos monocigóticos que dicigóticos.

Tal estudio mostró que los gemelos idénticos comparten opiniones políticas más similares que los gemelos dicigóticos. Y así se sugirió que la opinión política no sólo es influenciada por la conversación de sobremesa (que los dos tipos de gemelos comparten), sino a través de los genes de los padres (que los gemelos idénticos tienen más en común que los mellizos). El hallazgo más fuerte de este estudio es que las personas se ubican en posiciones en una escala desde liberal a conservador en un patrón heredable. Tal hallazgo es sorprendente, pues incluso permitiría usar la información genética para predecir las variaciones de opinión política en esta escala de una manera más fiable que para predecir, por ejemplo, la longevidad o la predisposición al alcoholismo.

Los estudios realizados en años posteriores con un gran número de gemelos en diferentes partes del mundo ha evidenciado que un porcentaje entre el 30 y el 60% del comportamiento, de las actitudes y de las decisiones es determinada por los genes. El resto es debido al entorno. Sin embargo, la idea de que el comportamiento político proviene de alguna propiedad intrínseca y es (al menos en parte) determinada por los genes, encuentra todavía una fuerte oposición tanto en el ámbito sociológico como en el biológico. En su larga controversia entre “cultura” y “naturaleza”, los antropólogos sociales argumentan que la complejidad de las interacciones sociales típicas de las sociedades desarrolladas es demasiado reciente y exclusivamente dependiente del contexto histórico, como para verse afectada por las leyes de la evolución biológica; y por su parte, a los biólogos no les gusta tratar con estos problemas por las implicaciones políticas e ideológicas que requieren.

Genopolítica en acción

La renuencia de los biólogos también proviene de consideraciones más científicas y metodológicas. Los estudios actuales de genética molecular que permiten identificar los genes asociados con la aparición de enfermedades son muy caros y requieren de una definición sumamente precisa del rasgo que se desea analizar. Estos estudios se basan en el concepto de que un estado patológico es debido al mal funcionamiento de uno o algunos genes que pueden conferir susceptibilidad a un patógeno o una predisposición para la aparición de la enfermedad. Y más aún, incluso en el caso de las enfermedades, frecuentemente están involucrados numerosos genes que interactúan entre ellos, además del componente ambiental, así como las experiencias vividas por los pacientes. Pero es evidente que ser de “derecha” o “izquierda” no es una enfermedad, son solamente posturas ideológicas diferentes unas de otras.

Imagen obtenida de VADLO: Life Sciences Search Engine, 2013.

Entonces la situación es mucho más compleja que solamente un gen que se debe secuenciar: si los genes toman parte de la decisión al votar, es poco probable que un solo gen sea el responsable, seguramente hay cientos involucrados. En otras palabras, cuando hablamos de genes que predicen la opinión política, esto no significa que podamos encontrar un gen de la conducta de voto (como para algunas enfermedades como la anemia falciforme). Al contrario, estas investigaciones ponen sobre la mesa un problema más general en cuanto a la búsqueda de las raíces genéticas detrás de cada aspecto de nuestras mentes y cuerpos.

Ahora reflexionemos un poco sobre la historia evolutiva, hacia el origen de nuestras raíces genéticas: en el Pleistoceno obviamente no había votaciones ni elecciones a gran escala, por lo tanto es razonable que el enfoque de los estudios haya virado a la hipótesis de que la decisión al votar o participar en la política podría estar relacionada con los genes que subyacen a comportamientos más antiguos tales como: disposiciones innatas hacia la cooperación, el miedo a lo desconocido, un sentido de la tradición, el sentido de la organización, y otros no tan antiguos, como la apertura a la innovación y los prejuicios hacia la homosexualidad, que se registran en nuestro comportamiento desde incluso antes del surgimiento del hombre moderno. Entonces sí, es más plausible identificar tales genes que eran importantes para la supervivencia de las tribus primitivas.

La asociación entre genética y comportamiento político es claramente compleja, hasta el punto de que hay muy pocos trabajos realizados por genetistas y publicados en revistas específicas del campo. La mayoría de los artículos sobre el tema ha encontrado espacio en las revistas de sociología política y no han sido objeto del riguroso proceso de revisión normalmente requerido para los estudios genéticos. Esto por supuesto, crea dudas a priori sobre la validez de los resultados, como se ha señalado por los propios autores, y en muchos casos los estudios no han sido replicados en otros laboratorios.

Los datos genéticos son todavía muy limitados, en muchos casos todavía preliminares. Pero esta idea es interesante y el hecho de que el tema se discuta en revistas de prestigio deja ver que seguramente se estudiará más a detalle en los próximos años porque los políticos están claramente interesados. Un día, tal vez alguien va a pensar en explotar estos hallazgos para su propio éxito electoral: ¿la politología del siglo XXI?

Hoy por lo pronto, debemos reconocer que cierta parte de nuestro comportamiento y decisiones políticas son innatos y no surgen solamente del entorno cultural. Llegando a ser más conscientes de la base biológica de nuestros puntos de vista y las opciones que tenemos, tal vez podamos mirar de una manera más tolerante las elecciones y las opiniones de los demás.

axellpineda

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