Por David Saldaña
Cada año, cualquier adicto a los joysticks y a las gráficas definidas espera junio para enterarse del futuro de los videojuegos en la E3. Por morbo o por auténtica devoción, nos enteramos de las fechas en que las grandes marcas y los desarrolladores de culto presentan sus conferencias. Este año en particular los asistentes y los internautas tenían una expectativa común: la calidad y los tiempos de salida de los juegos que representarán a las nuevas consolas.
Ante el salto generacional de diciembre pasado, y con un número muy limitado de opciones para las flamantes nuevas adquisiciones de los videojugadores, los participantes de la E3 tenían la obligación de exponer y convencer tanto con las nuevas propuestas, como con la continuidad de las franquicias consolidadas.
Uno de las cuestiones básicas en lo que respecta a las nuevas consolas es la jugabilidad, que ya no sólo se limita a los movimientos de los personajes, sino a la interacción con otros aditamentos (como el Wii pad, El nunchuck del PS4 y el Kinect de Xbox One). La innovación más revolucionaria de los últimos años ha quedado a deber y seguirá así, pues, en su mayoría, los desarrolladores evitan pensar sus grandes títulos en función de estos elementos.
El problema fundamental, sin embargo, reside en la trama, en el contenido de cada juego. Mucho de lo presentado, y a veces anticipado, en la E3 corresponde a franquicias bien establecidas que, si bien no han perdido del todo su capacidad para sorprender e innovar, si están sometidas a cierto desgaste desde el punto de vista de los jugadores. El ejemplo más claro de esto quizás sea la serie Assansin’s Creed, que llega a su sexta entrega, titulada Assasin’s Creed: Unity. El juego histórico-revisionista por excelencia se sitúa ahora en la Francia revolucionaria con el compromiso de refinar sus planteamientos básicos y, sobre todo, debe resolver una trama postapocalíptica situada en el “presente”, que terminó de manera extraña en Assasin’s Creed 4: Black Flag.
Otro grande, del lado de Nintendo, es Super Smash Brothers para Wii U que no promete grandes sorpresas, al contrario, afianza su posición como título indiscutible para reventarse un tiro entre cuates con colores explosiones y golpes gandallas al por mayor. Poca innovación pero con un apego a lo indiscutiblemente clásico.
Un fenómeno parecido al de Assasin’s Creed es el de la serie de Batman, que tras un brutal revés en la historia lineal a partir de Batman: Arkham City, se vio en la necesidad de recurrir a la retrospectiva para explorar nuevos enemigos y los riquísimos años formativos del Caballero oscuro. Si bien esto no ha decepcionado tanto a los fans, es claro que los desarrolladores deberán resolver magistralmente el punto de conexión entre el pasado y el presente si desean seguir explotando a uno de los personajes más complejos del mundo de los cómics,
Un último título que va por buen camino en esta misma línea retrospectiva —trato de ser objetivo, en serio me esfuerzo— es Metal Gear Solid V: The Phantom Pain, cuya precuela se estrenó en marzo pasado e introdujo una serie de elementos novedosos además de iniciar a los neófitos en la saga para ganar adeptos y no confundirlos con la profundidad de los contenidos que maneja su creador, Hideo Kojima. No cabe duda, este juego se aseguró ya un lugar entre los discos de muchos videojugadores tanto por lo que mostró la precuela, como por la campaña mediática tan bien llevada por Kojima Productions.
Lamentablemente, sea un juego profundo o no, la E3 dejo las cosas claras: el videojuego de nuevo generación que más esperas seguro saldrá hasta 2015, muy pocos saldrán en invierno de este año. Todo lo demás se retrasó, de modo que difícilmente se puede desquitar el precio de las nuevas consolas adquiridas por muchos en diciembre del año pasado. Y no es que los juegos que han salido hasta ahora no sean buenos. Muchos lo son pero cabe hacerse la pregunta ¿no exageran un poco los desarrolladores al presionar los tiempos de venta al público? Por supuesto que han caído en la trampa de cualquier negocio: si el mercado cada vez va mejor, aprovecha: genera más y más. El peligro de esto reside en la calidad de los videojuegos y pone a prueba la capacidad del bolsillo de los jugadores. Si bien este era ya un producto de masas, ahora se esperaba un producto de masas masificado, controlado (amén de la polémica con Xbox One y la necesidad del internet) y enfocado ya no en la experiencia de juego y el desarrollo de contenido sino, grave síntoma, en la simple venta.
La E3 mostró grandes títulos, innovaciones peculiares y justificó la espera por juegos que debían aparecer este año. El salto generacional era inevitable, siempre lo es, pero no ha rendido tantos frutos como se esperaba, a pesar del auge que vive la industria. Por el bien de este ámbito, esperemos que los próximos meses desmientan los síntomas extraños de avaricia supercapitalista en los desarrolladores.
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