Para Maribel Peña
Nestor Peña
Era mi cumpleaños y estaba solo. Bueno estaba mi tío el Gordo, él tenía quince años y lo último que deseaba era cuidarme el día de mi cumpleaños. Yo tampoco quería que estuviera conmigo. Tenía cinco años y mis cumpleaños siempre eran espectaculares, pasteles, regalos, payasos, inflables, niños, padres borrachos y madres frustradas, siempre era así, pero esta vez no.
La noche anterior mis padres subieron al auto y me dejaron encargado, los vi partir desde la ventana de la escalera, pensaba que estaban haciendo los preparativos para mi fiesta, pero no fue así. Al día siguiente estuve dos horas viendo la calle con la esperanza de ver mi pastel, en su lugar mi tío colocó en un plato unos pingüinos y los arrojo a la mesa.
Después de comer mi pastel, pensé en cuanto extrañaba a los payasos a sus chistes malos y como nos ponían a bailar; los adultos hacían el ridículo. Para no extrañar las risas mi tío me contó un par de chistes que no eran apropiados para mi edad y al terminar de contarlos se fue a dormir.
Intenté jugar futbol,pero la pelota se impactó con un florero, el ruido despertó a mi tío enardecido por lo cual antes de los cinco minutos me quitó la pelota. Después de ese fracaso fui a ver televisión, pero no había nada que un niño pudiera disfrutar, en resumen, fue el peor cumpleaños de todos.
Mis padres llegaron después de las ocho de la noche, pero no llegaron solos, al subir los escalones me di cuenta, mi madre traía una pequeña cobija rosa y en ella un bebe que resultaba ser mi hermana menor, la vi con su cabello chino y sus ojos un poco rasgados. Sin duda ese fue el peor cumpleaños de mi vida, pero el mejor regalo de todos.
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