Chrnoabzu
Uno pensaría que la noche es el momento perfecto para que salgan los demonios; pero no podríamos estar más equivocados, ya que, de hecho, el más poderoso de los ellos, y el más peligroso también, ¡sale de día!
Y es que, según dicen, hubo un demonio tan carbón, que se atrevía a salir justo al medio día, cuando el sol se encuentra con todo su poder y esplendor en lo más alto del cielo, para de ese modo ofender del mayor modo posible al Altísimo, además de que justo el medio día es también la hora sexta de luz. Su objetivo no eran los simples mortales, hombres comunes y corrientes llamados al pecado en cada momento; no, este demonio se centraba en aquellos entregados por completo a la virtud, personas rectas que buscaban en cada minuto la gracia del Señor, sobre todo a monjes y ascetas dedicados por entero a la oración y al conocimiento de Dios, buscando apartarlos del recto camino. Generaba en ellos el hastió, la depresión, el rechazo y la apatía hacia todo lo sagrado, pues los convencía de que nada de lo hicieran valía la pena.
El mito del Demonio meridiano, como se le llego a conocer, tuvo su época de auge durante la alta edad media y representaba el mayor peligro para todo aquel dedicado a la vida monacal y ascética, tanto así que la mayor falta en cual podían incurrir en general las personas vinculadas al clero era la de dejarse tentar por este demonio, convirtiéndose así en un pecado imperdonable para todo aquel desdichado que callera víctima de sus influjos. Por los efectos que provocaba, destruía el ánimo de las personas hacia todo lo sagrado, fue considerado como el demonio responsable de la acedia y la tristeza; más aún, ya que ambos pecados son los más ‘espirituales’ o ‘metafísicos’ de todos, pues afectan directamente al alma y son los primeros en apartarla de la vista del Creador, se llegó al extremo de considerar al demonio meridiano y su influencia como el origen o el desencadénate de los demás pecados capitales.
La acedia, que se puede entender en términos coloquiales como ‘flojera espiritual’ (ósea que te daba una hueva tremenda hacer cualquier cosa, pero no porque tu cuerpo estuviera cansado sino porque simplemente no tenías ánimos para hacerlo, provocando con ello la aversión hacia cualquier actividad en específico), y la tristeza se unieron para dar paso al pecado capital de la pereza (hay que recordar que en un principio los así llamados pecados capitales eran 8 y no 7). Sin embargo este doble aspecto de la pereza hizo que el Demonio meridiano fuera responsable no solo de las conductas apáticas y desidiosas, si no que posterior mente se le vinculo también con el carácter melancólico.
Visiones o pariciones de medio día fueron recurrentes ya en la edad antigua con dioses como Pan o Artemisa; pero aquellas con connotaciones negativas se pueden rastrear en seres como Empusa, una cambia forma guardiana del Hades y embaucadora de jóvenes hombres, o la leyenda Europea de la cacería salvaje, donde se podían ver u oír varias figuras espectrales cabalgando en una cacería desenfrenada por el bosque, con varios personajes importantes encabezándola, entre los que destacan el Krampus, una especie de ‘demonio navideño’, y el mismo Satán (existen otros líderes y aspectos de esta leyenda, pero eso va en otro Mitote). Sin embargo, la primera vez que es mencionado el demonio meridiano en la tradición judeo cristiana es en el salmo 91 que dice “No temerás… al azote que devasta a medio día” pero en la traducción al latín de la biblia en el siglo IV, mejor conocida como Vulgata, se tradujo azote, por demonio.
Al final de la baja edad media, y después en el renacimiento, se fusiono al Demonio del medio día con aquel demonio que tentaba a los monjes con visiones lujuriosas, pues el propósito de ambos era el de aptarlos del recto camino del bien. Ya con la modernidad y el auge de las ciencias, y sobre todo con la aparición de la psicología, la figura y el mito del demonio meridiano cayo en el desuso pues la tristeza y la melancolía fueron abordaos dese puntos de vista más materiales, más un remanente de este personaje se introdujo en la cultura popular como el causante de las crisis de la mediana edad, que es a partir de los 40.
Precisamente y debido a que es una figura olvidada son pocas las referencias que hoy en día podemos tener de él en la cultura popular. Aparece en libro de Humberto Eco En el nombre de la rosa como un ser que tienta a los monjes con imágenes lascivas. En la película Simon del desierto de Luis Buñuel, Silvia Pinal interpreta a un demonio que cuya misión es tentar a un monje que se encuentra orando en un lo alto de una columna y al que final ogra convencer de que todos sus sacrificios serán en vano. El filósofo Italiano Giorgio Agamben lo cita en un estudio sobre la melancolía que está presente en su libro Estancias. Finalmente, y a menos que el lector sea súper culto, underground e independiente como para no saber nada de los programas cómicos de la televisión abierta, es mencionado frecuentemente por la actriz y comediante Nora Velázquez en su personaje de “la Chabelita” como causante de sus desventuras.
Como bien dicen, quizá el mejor truco del diablo es hacernos pensar que no existe, aumentando así su capacidad para influenciarnos. Lo anterior podría ser verdad en el caso del demonio meridiano, pues al parecer su influjo es cada vez mayor en un mundo cada vez más desesperanzador, donde el hastió y la apatía se apoderan de los muchos y pareciera que nada de lo que hemos hecho vale la pena para ser felices sin importar la hora del día en la que nos encontremos; y sin embargo, siempre existiremos algunos melancólicos dispuestos a abogar por él, pero esa ya es otra historia.
“Y es que, según dicen, hubo un demonio tan carbón, que se atrevía a salir justo al medio día, cuando el sol se encuentra con todo su poder y esplendor en lo más alto del cielo, para de ese modo ofender del mayor modo posible al Altísimo, además de que justo el medio día es también la hora sexta de luz. Su objetivo no eran los simples mortales, hombres comunes y corrientes llamados al pecado en cada momento; no, este demonio se centraba en aquellos entregados por completo a la virtud, personas rectas que buscaban en cada minuto la gracia del Señor, sobre todo a monjes y ascetas dedicados por entero a la oración y al conocimiento de Dios, buscando apartarlos del recto camino. Generaba en ellos el hastió, la depresión, el rechazo y la apatía hacia todo lo sagrado, pues los convencía de que nada de lo hicieran valía la pena.”
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