A pesar de que la marejada de euforia futbolística ha retrocedido considerablemente, no están de más algunas reflexiones que por lo menos nos ayuden a poner el debate sobre la mesa. Y el mismo tiene que ver con ciertos acontecimientos que rodean la coronación del actual campeón del futbol mexicano: el América. A nadie ha dejado de llamar la atención la manera prodigiosa con que dicho equipo se alzó sobre el Cruz Azul, ya sea porque a unos les pareció un acto digno de la galería de héroes griegos o porque a otros nos dio la impresión de ser una tomadura de pelo. En este México, donde la crisis del sistema capitalista de 2008 no pasa de ser un “catarrito”, donde los capitales golondrinos no traen más que derroche de bondades para los mexicanos, donde se puede pagar coche, casa y escuela privada con 6 mil pesos al mes o donde una Gaviota puede convertirse en primera dama; en resumen, en este país color de rosa la victoria americanista encaja muy bien con la tónica política-económica de fantasía, y se acomoda perfectamente con el “mundo de caramelo” de los Azcárraga.
Y es que todo le pasó al América: llegó con una anotación de último minuto a la final del torneo, ya en ésta perdió el partido de ida, al iniciar el de regreso le expulsan a un jugador, luego los blanquiazules (no, no los del PAN) anotan, y cuando los 90 minutos estaban por acabar (difuminando las últimas esperanzas americanistas) y “La Máquina” se alistaba a colocar el último clavo al ataúd “azul-crema”, ¡milagro! El cadáver se levanta y anda. Dos minutos antes de concluir el encuentro, el equipo de Azcárraga logra anotar en tiempo de compensación, América empata el marcador y extiende la justa, dos goles en los que -por cierto- nada se hizo por impedir que el balón entrara a la portería (la desviada en el segundo de los tantos le dio un plus de teatralidad); ya en serie de penales, los cruzazulinos parecían empeñados en fallar (chequen los videos en “llutub”). Si eso no es un guión telenovelesco, ¿qué lo es? La protagonista (América) caída en desgracia y ante el yugo del campeón de los villanos (Los cementeros), a pesar de los funestos avatares e injusticias (expulsión de Molina) logra elevarse sobre sus pares y casarse con el codiciado galán (el trofeo). Sello Televisa: final de ensueño.
¿Es casualidad que los dos equipos que más aficionados perdieron en el último año hayan sido los finalistas en este torneo? ¿Es coincidencia que de aquellos, la escuadra en peor situación de seguidores sea la ahora victoriosa? (Véase “La afición al futbol soccer en México. Encuesta 2013” en: http://consulta.mx/web/images/MexicoOpina/2013/ NA_futbolaficion.pdf). Si consideramos lo anterior, junto a que el número de mexicanos interesados en el futbol subió para ubicarse en 64 %, y que el América sigue siendo el equipo más exitoso en términos mercadológicos (ibídem), valdría la pena preguntarnos: ¿es legítimo el campeonato que consiguió aquél equipo o fue sólo una buena inversión para Emilio? ¿Se habrán repartido las copas, la MX para uno y la del Clausura 2013 para el otro? Digo, porque si la presidencia de la República está a la venta al mejor postor, por qué no un campeonato deportivo, más cuando el impacto puede traer generosas ganancias a bolsillos empresariales.
Debe aclararse que no es que se tenga algo en contra del multicitado equipo, o de dicha disciplina. No. Pero sí se está en oposición a la perversión de las justas deportivas, a la manipulación de las emociones de las personas, a colocar intereses mezquinos por encima de las ilusiones de los seguidores, a la simulación y al fomento de la corrupción de personas, grupos y reglamentos. Si alguien duda de que esto pueda suceder, que le eche ojo a los escándalos que se destaparon en Europa (http://www.diariogol.com/es/notices/2013/ 05/los-siete-pecados-capitales-del-futbol-europeo-32437.php) con unos 380 juegos amañados, 425 árbitros involucrados y jugadores de al menos 15 países bajo la lupa (http://tn.com.ar/deportes/esencial/escandalo-destapan-la-mayor-red-mundial-de-compa-de-partidos_370541). También es execrable el mensaje que subyace a la manera en que el América se coronó: para cualquier cambio en nuestras condiciones no es necesario esforzarse (porque dejó mucho que desear la calidad de juego de aquél equipo en el partido de vuelta), ni pelear, ni ser constante; es más, no hay que hacer absolutamente nada, basta con saber esperar un milagro antes de que todo se vaya al diablo. ¿Cómo se traduce dicho mensaje en términos sociales? Fácil: que no te interese lo que hacen los políticos, que tú te vas a salvar; no salgas a las calles a protestar, pues la solución nos caerá del cielo; no luches por aquello que consideres valioso, pues hagas lo que hagas el problema seguirá allí, hasta que los designios de la vida dicten lo contrario.
No es casual que sea el soccer el deporte más popular en nuestro país, pues si bien responde a condiciones históricas y económicas, también está relacionado con la cultura política predominante, pues es característico en ella que las reglas no escritas, los acuerdos y prácticas extra institucionales, aceitan la maquinaria que mueve las esferas política, económica y social. Y esas prácticas encuentra paralelismos en el futbol, donde se promueve -aunque no oficialmente, en el reglamento- el engaño al árbitro, fingir un daño físico o cometerlo para detener al adversario, tratar de sacar ventaja al cobrar una falta, un saque de banda o al colocar una barrera, por ejemplo. Y quiero reiterar que no es en contra de los que apoyan a tal o cual equipo, ni contra los que les gusta esa disciplina, pues finalmente estamos del mismo lado: abajo. Esto es contra aquellos que, estando arriba, nos engañan, nos burlan y tratan de mantenernos adormilados: ora con telenovela burda, predecible, sosa y de pésima producción, ora con un triunfo vacío.
Cartón: “Gesto Humanitario”, de Hernández, (La Jornada, 28/05/2013).
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