Luis López Torres (Tonayan Sartre)

No hay origen, no hay principio, no hay solución; cuando llegué al mundo ya todo estaba jodido. Una mano fantasma plagada de hormigas. Dos pies que se derrumban. Un rastro de caracol.

Tal vez puedas seguir viviendo después que te hayan amputado los brazos y las patas. Incluso he visto algunas criaturas que viven cómodamente sin cabeza y sin estómago.

Pero ese no es el asunto, basta de divagaciones. Desaparecer implica destruir la aparición de la realidad, la apariencia de realidad. Barrer, borrar, limpiar con una escoba.

En el tiempo- espacio antes ocupado por una presencia, queda un hoyo negro, una vibración pacheca, algo ominoso como un sueño olvidado justo antes del despertar. Sabemos que existe pero es innombrable. No es una mancha, ni un vacío, ni una niebla, no es la sombra de la sombra, no es un dios muerto, no es lo que no es.

La nada nadea, pinche Heidegger desocupado.

En el acto del apareamiento en la especie humana, la hembra devora la cabeza del macho, y el cuerpo de éste, ya descabezado, continúa embistiendo; ofrece esperma y sangre a la mujer satisfecha.

La evidencia empírica demuestra sin lugar a dudas, que la nada nadea, el árbol verdea, y la puta putea. ¿Qué pasa o deja de pasar en el proceso destructor aplicado a un cuerpo?

Para que el ente desaparezca es necesaria su existencia a priori. La desaparición puede ser gradual o súbita. Y para que sea verdadera ha de ser absoluta. No debe quedar ningún residuo en esa disolución. La desaparición forzada es una solución a destiempo, mejor era no haber nacido.

Un día llegaste entre nubes del sur pidiendo pasto, pidiendo orégano. Conversamos brevemente sobre el método eficaz recomendado por George Orwell, en 1984. Hablamos de la moto negra del infierno semejante a un burro de otro planeta para viajar al vacío, como quería el infra realista.  Creo que también disertamos de manera intempestiva sobre la destrucción del ego y la deriva del ser, o algo así. Luego empezaste a vomitar como un cerdo, proceso maquínico de vaciamiento; y te vimos desaparecer absolutamente, como una entidad que no es.

Desaparecer poquito a poco. A pedazos. A retazos. A putazos.  Vomitar luz, preñar el habla de olvido, reducir el mundo a un problema de lenguaje o de cuerpos enloquecidos. Pero eso no lo comprendes porque haz vomitado neuronas drogadas. Regresaste a la nada, de donde no debiste haber salido.

Y tú, pinche lector, deberías agradecer que en este texto no aparece la palabra muerte.

TONAYAN SARTRE

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