Andrés Piña
Fíjese usted que la última novedad es toda una serpiente marina con escamas plateadas, toda una ave fénix que muere y nace, justo en el momento que crea y devora pasteles de mora. Efectivamente, esta situación metafísica donde un café glotón busca electricidad sin los canales cotidianos, que no son otra cosa que cables y enchufes arraigados en el plano real, parece ser bastante curiosa y enigmática. Los cafés, como bien sabe señorita, se forman mediante la composición elemental de granos molidos y agua caliente, que unidos dan luz a un liquido oscuro cuyo sabor a veces fuerte a veces ligero, esconde secretamente a Tristán bajo las faldas de Isolda. Pero escucha atentamente, desde hace rato mi café, ese que tomo todas las mañanas, anda realizando asambleas con otros residuos de café que dejé días antes. Ambos me cuentan que ya no quieren funcionar con cables, quieren que la cafetera sea libre, que se caliente sola. Yo un poco preocupado les ofrezco la estufa, pero ellos son unos renegados y no aceptan mi propuesta. Lo que su pliego petitorio apunta es a “café inalámbrico”, es decir, que la cafetera se caliente por un complicado mecanismo de este tipo, logrando la libertad plena de conexiones y enchufes. A mí todo esto me parece una locura, pero es tanto mi amor por una taza de café, que desde hace días busco la manera de que la cafetera se conecte así. Ya preparé palomitas frías y hasta se me quemó el agua. Falta poco señorita, no desespere.
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