Por Yareli Baas, Me atrevo a decir que Amour de Michael Haneke, es una de las historias de amor más prometedoras que he visto desde hace mucho, pero antes de hablar de ella, me gustaría apuntar brevemente dos conceptos que se suelen confundir, en mi opinión, con respecto al cine: “cine de arte” y “cine comercial”.
Si bien es cierto, la industria cinematográfica está al servicio del público y ofrece una cosa: entretenimiento. Ahora bien, hay directores que entretienen y lo hacen muy bien, ejemplos sobran, digamos; Steven Spielberg, George Lucas y recientemente entra por ahí, aunque muchos renieguen, Christopher Nolan ¿por qué reniegan? Porque aparentemente decir que se gusta del cine comercial es mal visto entre la gente que busca de hacerse una [errónea] identidad intelectual, por lo que no resulta nada extraño escuchar a estos individuos decir que ellos únicamente gozan del “cine de arte” de Andréi Tarkovsky, Akira Kurosawa, Lars Von Trier o el nuevo cineasta alternativo del que nadie ha escuchado hablar. Desde mi punto de vista, ha sido un error por parte del público y quizá también de la Academia el pensar que ellos puedan abarcar la totalidad de propuestas a nivel mundial o que no exista una tendencia política que cambia con los años.
Y ya entrando de lleno a Amour, es una película que a diferencia de la mayoría de las historias románticas que suelen retratar la fase inicial del amor, nos muestra la contracara del “…y vivieron felices para siempre” mediante realismo cinematográfico (eso que la gente suele decir “es una película muy lenta”), que consiste en secuencias largas en donde las acciones dan la impresión de no contar nada, cuando en realidad lo están diciendo todo.
La trama se centra en los últimos años del matrimonio octogenario Georges (Jean-Louis Trintignant) y Anne (Emmanuelle Riva), músicos retirados que eventualmente reciben la visita de su hija Eva (Isabelle Huppert). En la cinta, Haneke deposita su concepción sobre lo que realmente implica el amor, no en una cita, sí en cambiar el pañal de tu pareja, no en regalar flores, sí en ofrendar la muerte. Y es que, ¿qué representa el amor a fin de cuentas?, hoy en día pareciera una tarea imposible definirlo, o encontraríamos demasiada información al respecto, que termina siendo lo mismo, a veces ilustrado como un cliché meloso y otras con la idealización, pero pocas veces un artista se atreve a mostrar a sus héroes en los límites de su humanidad o hurgan en los más profundo de las mismas hasta el grado en que resulte doloroso, y Haneke lo logró. Los integrantes de la banda Bauhaus dicen que “la pasión de los amantes es por la muerte”, frase que no podría quedar mejor que en esta cinta, claro que ellos la tomaron previamente de la filosofía desarrollada por Bataille, quien ha filosofado no sólo a partir del amor sino del cuerpo y el dolor, sugiero su lectura de El erotismo para complementar el goce de la cinta, ya que además de los temas mencionados, la estética del erotismo con su correspondiente vuelta de tuerca son algunos aspectos que se muestran en pantalla desde una nueva óptica.
Podría decir más, pero probablemente les arruinaría la historia y prefiero dejarles la recomendación con la advertencia de que es una obra de carácter sumamente denso que escarba en el interior a partir de rasgos que parecen cotidianos, por lo que se requiere que la vean cuando estén con ánimos de poner aguda la mirada.
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