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Alondra de la Parra y la Filarmónica de Londres

El auditorio nacional, recinto magno que apantalla a más de uno sin importar si tu origen es de los arrabales de Ecatepec o del corazón de la ciudad, se viste lleno de pompa, trajes de corte inglés y conjuntos de diseñador, porque el viernes 18 de septiembre Alondra de la Parra en conjunto con la London Philharmonic Orchestra se presentaron en duo dinamis para mostrar al público un show: sí, un show, ¿y la música? Parece que no entra dentro de las prioridades  de esta pareja. Ya algo me decían las vísceras cuando vi el anuncio en canal once. Ya algo intuí al saber  los abusivos precios para un lugar en el rincón de la tristeza. Mientras caminé desde la salida del metro auditorio hasta el auditorio mismo compartí la banqueta con extranjeros cuya plática trataba sobre las cosas extrañas que se suceden en el metro de la ciudad. Llegando a las escalinatas opulentas nunca falta quién te venda boletos de último momento. Boletos en cincuenta pesos para el concierto de hoy, carajo, pensé, es posible que si me compro uno me toque ver desde la rendija del acceso. Después de una revisión que sentí innecesaria además de discriminante (al güero rosado y británico atrás mio ni lo tocaron. Good night, sir, please your tickets, dijeron. Tal vez sabían que yo vengo de Ecatepec, donde la gente está muy loca) pasé a la placeta interior de las cocas a 40 pesos y Nescafé de 50.  Experiencia non grata fue la espera hasta el inicio del concierto, observando a los acomodadores acomodar a las personas que llegaban, unas ni con idea del para qué estar ahí, otras quejándose porque desde allí no se podría ver a  la directora dirigir, y ultimadamente los forzados por terceras personas quienes esperanzados intentan, con un poco de eso que generalizan como música clásica todo lo que ejecute una orquesta que no es de jazz ni de banda,  “culturizarse” un poquito.  No criticaré a la gente, pero ni siquiera abrir el panfleto, entregado en la entrada para leer sobre Gustav Mahler y su obra que se ejecutará, roza lo patibulario.

Comenzando por el recinto: el Auditorio Nacional no es un lugar apropiado para este tipo de música, ya que al ser demasiado grande la acústica se pierde en la magnitud de concreto y asientos. El uso de bocinas, aunque no lo crean, opacan la música.  Aaron Copland, teórico musical y compositor americano, escribió en su libro ¿Cómo disfrutar la música?  que en los conciertos se debe escuchar a una orquesta invisible —que esté oculta al público, pues — sin luz o con luz muy tenue con el fin de aguzar los oídos y disfrutar por entereza la música. La causa de estas declaraciones tiene origen en que durante la segunda mitad del siglo XX  las orquestas tomaron mucha relevancia debido a que hubo un rescate de composiciones y de autores. Pero, los directores comenzaron a tener una particularidad: la exageración durante las interpretaciones.  Esto no era bien visto en esa época, aunque para nosotros es normal observar un director que hace piruetas y maromas sobre la tarima, antes no lo era, en principio porque los movimientos manieristas distraen la atención del espectador hacia los movimientos en vez de escuchar. No lo reprocho a Alondra, pero sus gestos decían algo: no conoce la obra de Gustav Mahler.  Exacto, la gran directora mexicana, la directora de las Américas no conoce la obra de uno de los más importantes compositores austríacos.  O tal vez sí, pero no comunicó ninguna pasión. La Sinfonía No2 “Resurreción” es bellísima, sublime, auditivamente un orgasmo en los tímpanos que remueve la psique  hacia el éxtasis. Pero nunca transmitió la belleza de la obra ¿porqué? simplemente Alondra de la Parra parecía que cumplía con su deber, como una chamba que te dejan, pero no te gusta, pero debes hacerla. Aunque es más probable que, debido a su corta carrera, aún no haya alcanzado la madurez suficiente para interpretar obras de este calibre, por Mahler no es cualquier paleto que sacas de la noche a la mañana, por eso directores como Leonard Bernstein, Klaus Tennstedt e incluso Gustavo Dudamel nos han dejado interpretaciones inigualables y hermosas.

Viene lo peor: [AQUÍ EL AUTOR HA ELIMINADO EL COMENTARIO DEBIDO A QUE TIENE PROBLEMAS CON LA PERCEPCIÓN TEMPORAL]. No faltaron los comentarios burdos diciendo “ya me estaba durmiendo” o “casi no vi nada”. ¿Qué intentó el INBA al reunir una directora taquillera y una orquesta taquillera? La música, en sí, parece no interesarles, sino la ganancia obtenida por el llenado con boletos caros —no sé si por pagarles a los extranjeros o no más, para sistemáticamente discriminar a quienes no pueden pagar precios tan altos, obviamente, el evento estuvo orientado a un público específico: las clases media alta y alta de la Ciudad de México, ¿a quién sirve INBA con eventos así?— ya ni decir de la mezzosoprano Jennifer Johnston y la soprano mexicana Olivia Gorra, quienes denostaron falta de energía en sus pasajes. Muchos defectos y pocos aciertos. La música mal llamada clásica sigue siendo inaccesible para todos, desgraciadamente porque siempre se la ha considerado algo “culto” envolviéndola en un manto de elitismo que la perjudica, aunado al protocolario show de entregar flores, aplausos y reverencias innecesarias después de terminada la tocada. Sin embargo, siempre hay algún rebelde insospechado, que desde la resistencia de su computadora, se pone los audífonos para buscar en Youtube la pieza de su agrado y deleite personal.

Tomado de: https://revistacloroformo.wordpress.com/2015/09/23/pandora-anda-suelta-alondra-de-la-parra-y-la-filarmonica-de-londres 

Eric Angeles

Editor y fundador de revista Iboga, literato de formación, mercadólogo digital de profesión y diseñador web cuando hay necesidad.

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Eric Angeles
Etiquetas: Auditorio Nacional

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