El domingo pasado se cumplieron 10 años desde aquel 14 de abril 2003, cuando se anunció la finalización del Proyecto Genoma Humano y como con cualquier aniversario es un buen tiempo para hacer un recuento de lo ocurrido después de aquel hito. Hace diez años, la disponibilidad de la secuencia del genoma humano prometía revolucionar no sólo la investigación biomédica, sino también las aplicaciones clínicas, abriendo así el camino para una medicina verdaderamente personalizada. ¿Eso realmente ocurrió? ¿En qué punto nos encontramos? Sin duda en un buen momento, pues la genómica ha mejorado nuestra capacidad de diagnóstico y tratamiento de enfermedades; el camino a recorrer todavía es largo, pero muy prometedor, aunque presenta algunos obstáculos bioéticos.
El genoma
Tras completarse el Proyecto del Genoma Humano se encontraron alrededor de 20,500 genes en los seres humanos, (la misma cantidad que en ratones, por cierto). Y se sabía ya que cada gen comprende una secuencia de ADN que contiene la información necesaria para que la célula fabrique otra molécula con cierta función celular específica (habitualmente proteínas, pero también ARNm, ARNr y ARNt). La función que realizan estas otras moléculas siempre está vinculada con el desarrollo o funcionamiento de todo el cuerpo, y he aquí que la comprensión de cómo estos genes se expresan proporcionaría pistas sobre cómo son causadas las enfermedades.
La investigación cuenta con una herramienta turbo
El primer hecho a destacar tras ese suceso para la Biología Molecular es el aumento de los métodos disponibles para los investigadores. El Proyecto del Genoma Humano tardó 10 años y 3 mil millones de dólares para llegar a una sola secuencia; hoy en día, sin embargo, las nuevas tecnologías de secuenciación permiten dilucidar la secuencia del 75% del genoma (la porción codificante) de cincuenta individuos en 10 días, a un costo de entre 300,000 a 650,000 pesos. Gracias a este enfoque, los equipos de científicos han podido identificar defectos genéticos detrás de enfermedades poco convencionales, y una vez que se conoce el gen responsable de una enfermedad, se puede utilizar tal información para hacer un diagnóstico molecular más preciso y naturalmente comprender mejor el mecanismo biológico causante de la enfermedad.
Un mejor diagnóstico
La capacidad de diagnóstico, enseguida, es otra de las aplicaciones fundamentales de las nuevas técnicas de la genómica. De hecho, existen condiciones (por ejemplo, algunas formas de retraso mental) en las que los investigadores no saben exactamente qué defecto genético buscar, u otras en las que los genes implicados pueden ser muchos. En estos casos, tener una herramienta que analiza más genes juntos o incluso un conjunto completo ahorra tiempo y dinero. Esta metodología de investigación se aplica, sin embargo, a las enfermedades genéticas que se denominan mendelianas, que dependen de los cambios en uno o unos pocos genes; en el caso de enfermedades tales como cáncer, enfermedades cardiovasculares y enfermedades neurodegenerativas, en las que no hay una correlación directa con uno o unos pocos genes, pero están en juego muchos factores que pueden influir en el riesgo de desarrollar una variedad de formas de la enfermedad, las cosas se complican. Sin embargo, incluso en esta área se están dando grandes pasos y las asociaciones son cada vez más precisas entre determinados perfiles genéticos y ciertas situaciones de riesgo, al punto en que los médicos ya sugieren ciertos cuidados prenatales con tal fundamento.
Secuenciar el genoma fetal
Durante los últimos años, varios grupos de investigación han anunciado que han sido capaces de secuenciar el genoma completo de un feto de una muestra de sangre materna. La predicción es que, dentro de un par de años, podríamos identificar tempranamente en un feto las variantes genéticas asociadas con alguna enfermedad. No sin algunas complicaciones éticas, claro está. Pero el hecho es que cada uno de nosotros tiene miles, si no es que decenas de miles de variantes genéticas individuales y no sabemos con certeza todavía cuáles sean sus efectos clínicos.
¿Me secuencia mi genoma por favor?
La tecnología está tan avanzada que con algunos miles de pesos hoy en día cada uno de nosotros puede obtener la secuenciación de su genoma (en el extranjero varias compañías ofrecen el servicio). El punto es entender qué podemos hacer con esa información, por ejemplo, a sabiendas de que nuestro perfil de riesgo genético puede ayudar a cambiar nuestro estilo de vida para reducir el riesgo global de padecer cierta enfermedad, ¿cuántos de nosotros realmente cambiaríamos nuestros hábitos? Pregunta muy válida, si pensamos, por ejemplo, en aquellos fumadores que hay ahí afuera, a pesar de que conocemos muy bien los peligros del humo de cigarrillo. En algunos casos, estos conocimientos genéticos provocarían el riesgo de aumentar las preocupaciones con respecto a ciertas predisposiciones o, por el contrario, nos darían falsas garantías de riesgos que sí corremos:
Doctor le dice al paciente: ¡Debe tomar una copa de vino tinto diario para ayudar a controlar la predisposición genética a ser hipertenso que le acabamos de detectar!
Paciente afligido comienza a beber vino. Muere a los 6 meses de una congestión alcohólica (también predeterminada genéticamente).
¿Ves el dilema?
Pero a final de cuentas, regresando al tema: con tantas aplicaciones concretas, y con muchísimas perspectivas de ser puestas en marcha (y con los instrumentos para hacerlo) es ciertamente bueno decir ¡Feliz aniversario Proyecto del Genoma Humano!