Esta semana estuve leyendo a un magnífico escritor brasileño que poco se conoce en México. Digo poco se conoce porque sus obras ya no son editadas en el país y el último tiraje de 2000 ejemplares de Fondo de Cultura Económica fue del año 2000 bajo el título Campo general y otros relatos. Quien ha leído y conoce de literatura brasileña sabe que junto con Clarice Lispector y Jorge Amado forman una triada que renovó el estilo literario contemporáneo de Brasil.
El porqué su obra ya no se ha publicado en México puede deberse a varios factores: las pocas ventas que registró durante el año que figuró entre las novedades editoriales; el desconocimiento del autor o de la literatura brasileña, en general, si se toman en cuenta las lecturas de best sellers; la dificultad que aparenta enfrentarse a narraciones como las que realizó Guimarães o por la poca cantidad de traductores que aceptan el reto tan difícil de trasladar a otro idioma los textos tan enriquecidos sin alterar los niveles de significado.
Guimarães se distinguió, entre otras cosas, por incluir en sus relatos algunos grabados que completan o cambian el nivel de significado de cada unos de sus narraciones y, en el caso de “Mi tío el jaguareté”, por incluir onomatopeyas que a veces se confunden con las palabras en tupí que adhiere en la construcción de uno de los mejores textos (a mi parecer) que muestran la mezcla idiosincrásica y cultural de los conquistadores portugueses con las culturas nativas. Cabe destacar que Guimarães es un escritor que exige un conocimiento alto de cultura para completar los diferentes niveles de significado que pueden apreciarse en la totalidad de su obra.
Luego de leer a Guimarães, y sobre todo después de leer “Mi tío el jaguareté”, uno se pregunta cómo es que dejamos que la fauna nativa de gran parte de América Latina vaya desapareciendo poco a poco y sin que parezca importarle a alguien. También es inevitable reflexionar sobre el por qué la literatura brasileña, aparte del impedimento lingüístico que para muchos representa, no llega a nuestras manos y se tiene que esperar a que estos escritores se conviertan en una moda para dar el salto fuera de la selva amazónica como ocurrió con Lispector o Rubem Fonseca en años recientes. Tal vez en México tengamos que esperar un poco para que de aquella vorágine selvática y literaria resurja la obra de uno de los más destacados escritores en lengua portuguesa del siglo pasado.