Andrés Piña
La ciudad se desviste ante los ojos expectantes de los ebrios, de los vagabundos y de los que nunca duermen. La noche viene quebrándose y como lluvia cae a pedazos y cayendo suena y sonando va construyendo ídolos falsos. Nada es verdadero, todo se desenvuelve como un sueño, como un viejo recuerdo. Las calles no tienen dirección. Son laberintos salvajes que escupen a hombres y mujeres. Ayer en Balderas vi a una mujer que buscaba a un niño perdido en el metro, iba de vagón en vagón preguntándoles a las personas si habían visto a su hijo. Ayer vi a una mujer y en el bolso traía apretada a la belleza, sus ojos se purificaban en la neblina gris que deja la madrugada citadina. Mientras tanto, afuera de tu ventana, esa misma lluvia que cae va uniendo bocas y cuerpos. Los niños de Eje Central juegan descalzos, de repente salen y se esconden sonriendo y jugando. Todo es solo otra imagen que contiene el azul de tus ojos.