Frida Kahlo: de amante a asesina de Trotsky

Poco o casi nada se habla de la fugaz relación del político ruso Leon Trotsky con la pintora mexicana durante su estancia desde 1936. En gran medida porque en los últimos años la exhaltación del romance entre Diego Rivera y Kahlo ha sido usado para avivar el fervor por el movimiento feminista que ha tomado como bandera a la artista de Coyoacán, y por una decisión política. Sin embargo, es notable destacar que este efímero encuentro tuvo repercusiones más allá que un despecho amoroso por parte de Kahlo.

Eran mediados de la década de los treinta y era ya bien sabido que los problemas que sufría el matrimonio de los Rivera se consideraban ya insalvables. La pintora había pasado por tres dolorosos abortos espontáneos y Diego sufría de un descontento por haber regresado tan pronto a la capital mexicana, después de su éxito momentáneo en Estados Unidos. Esto aunado a los problemas médicos de Frida y a los continuos romances que se sospechaba tenía su esposo con otras mujeres, desgastó la relación cada día más.

Entre los amoríos de Rivera que más afectaron a la pintora sin duda se encuentra el de la hermana de ella con el artista. En alguna ocasión el “sapo-rana”, apodo con el que solía llamar Kahlo a su esposo, necesitaba una modelo para una obra. Frida, insistente, animaba a su marido para que llamara a su hermana menor, Cristina Kahlo, para ser pintada. Rivera aceptó. Mala elección para Frida, puesto que sabía que la mitad de sus modelos de Rivera acababan en sus brazos. Cristina no pudo resistir a la seducción de Diego y, sin miramientos, mantuvo una relación de poco más de un año.

Las discusiones de Frida con Rivera eran constantes, el tópico casi siempre era el mismo: sus amantes. A la pintora mexicana no sólo le dolía, sino que le molestaba sobremanera el descaro de su marido en no ocultar ninguno de sus amoríos. No obstante, nunca creyó que una relación con su hermana fuera siquiera capaz de pensarse. El momento de revelación es digno de telenovela, Frida entra un día al estudio de Rivera y encuentra, nadie ha especificado haciendo qué, a su marido con su hermana. Frida inmediatamente estalla contra ambos y les recrimina su traición. A Kahlo este suceso le provocó una fuerte depresión. Decidió, sin embargo, seguir con el matrimonio con una sola condición: serían apartir de entonces una relación abierta. Así, Frida podría seguir viviendo sus días sin la más mínima preocupación sobre las amantes de su esposo y ella tendría la oportunidad de pagarle con la misma moneda.

Esto ocurría en 1934. Un año más tarde, Trotsky se encontraba como refugiado en Noruega. En Rusia, Stalin aceleraba los procesos de Moscú -nombre que se les dio a los enjuiciamientos contra los líderes bolcheviques-. Desde 1929, Trotsky quien había sido destituido como comisario de guerra, se vio obligado a salir de la Unión soviética y buscó asilo en países como Turquía y Francia. En Noruega, sin embargo, había sido bien recibido por el movimiento socialista, pero una vez publicada la obra La revolución traicionada, Stalin persiguió con más ahínco a Trotsky. Uno a uno, los “traidores”, según Stalin, iban a parar al pelotón de fusilamiento, pero seguía faltando Trotsky, quien ya era blanco de una enorme campaña de difamación de carácter mundial por parte del gobierno soviético. Aun con el apoyo del movimiento socialista noruego, a Trotsky se le mantuvo bajo arresto domicilario. El miedo de Trotsky se hacía más latente.

El presidente Roosevelt había negado la posibilidad de dar asilo al político ruso, así que el Comité americano por la defensa de Leon Trotsky (ACDLT, por sus siglas en inglés), contactaron con Anita Brenner -periodista, fotógrafa y antropóloga mexicana-, quien vivía en Nueva York y era el único contacto que mantenía una relación de cercanía con el entonces presidente mexicano Lázaro Cárdenas. Ella sabía que había un diálogo de dar asilo en México a Trotsky y no dudó de corroborarlo. Envió un cable a Diego Rivera, con quien había colaborado antes y quien compartía sus ideas políticas, quería saber si había una posibilidad de que “el viejo barbillas viniera a curarse”, decía el mensaje.

Después de arduos esfuerzos por parte del general Francisco Mugica, de Diego Rivera y de algunos movimientos obreros -siempre reticentes a la llegada del revolucioario ruso-, Trotsky embarcó, junto con su esposa Natalia Sedova, el Ruth en diciembre de 1936. Nadie sabía a ciencia cierta si aquel barco iba realmente a llegar a México, o había sido una trampa para detener nuevamente a Trotsky, no hasta que el Ruth envió desde altamar un cable que daba a conocer a las autoridades mexicanas la fecha y el lugar de llegada de Trotsky: el puerto de Tampico era el destino y llegarían el 9 de enero de 1937.

Al desembarcar, dicen que Trotsky tenía tanto miedo de que todo fuera una artimaña que aseguraba incesantemente que no bajaría del Ruth, si no veía antes alguna cara que reconociera. Él estaba convencido de que alguno de sus amigos lo mataría. Cuando al fin llegó el momento de desembarcar, pudo advertir a Frida Kahlo entre el grupo de hombres que llegaron para recibirlo. Frida, quien iba en nombre de Diego Rivera, ya era conocida por el matrimonio de los Trotsky y fue bien recibida su participación en el movimiento para traer al líder ruso. Unas horas después tomaron el tren Hidalgo para dirigirse a la capital mexicana, la estación Lechería sería la que los recibiría.

Lázaro Cárdenas ya había acordado las condiciones con Diego Rivera para que el asilo político de Trotsky no afectara las relaciones del país con la URSS: una, que el hospedaje no iba a ser provisto por el gobierno mexicano y, segunda, que el político ruso no interfiriera ni influyera en ninguna manera con las decisiones que se tomaran en el país. El pintor aceptó, aun cuando esto significara la destitución de su persona en el Partido Comunista. La casa azul refugió al matrimonio Trotsky.

Ahí el drama fue más intenso. Si bien el ambiente en el inmueble de Coyoacán se destacó por el continuo ir y venir de políticos, artistas e intelectuales en general, para hablar de temas que ellos consideraban trascendentales con un pensador como Trotsky, los días transcurrían con la mayor de las tranquilidades. Sin embargo, para el político ruso la fortaleza en la que se había convertido la casa de los Rivera atenuaba su miedo. Frida intentaba calmar sus suposiciones con pláticas amenas, Trotsky sucumbió a las fructuosas charlas con la pintora y esto desató rápidamente un romance. El ruso continuamente alagaba a la pintora por su quehacer artístico, pero también su belleza y particulariedades físicas. Kahlo aprovechó el momento para traer de regreso un recuerdo de tres años atrás: la infelidad de Diego con su hermana Cristina; hizo caso a los coqueteos y aceptó tener encuentros con el refugiado.

Algunos aseguran que en realidad poco tiene que ver la venganza con la relación de Frida con Trotsky, sino que era bien sabido que a Frida le gustaban los hombres mayores y que se sentía principalmente atraída por el intelecto de éstos, Trotsky en su arribo a México contaba con 58 años y era una de la mentes más brillantes de la Revolución rusa, por lo que no sería raro que el amorío se diera de manera casi natural. Sin embargo, los hechos apuntan más bien a una venganza por despecho de la pintora. Los encuentros que se sugieren sexuales, por ejemplo, se consumaban en la casa de Cristina Kahlo. Las cartas que se escribieron uno al otro demuestran el desbordamiento amoroso por parte de ambos y hoy en día muchos de esos textos se exhiben en el mundo. Cabe destacar que circula una carta apócrifa en internet que muchos medios han tomado como verdadera, incluso cuando la autora, María Tenorio, ha desmentido en el blog donde originalmente se publicó que es parte de una creación literaria.

La relación duró algunos meses, nadie sabe a ciencia cierta las causas que dieron por terminado el amorío, algunos sospechan que se dio de común acuerdo, otros aseguran que fue porque Frida Kahlo se arrepintió de la venganza que llevaba a cabo. Quizá es por esto que Diego Rivera no se enteró de la relación sino hasta 1939. Él, conciente de la relación abierta acordada previamente con Kahlo, reclamó a Trotsky por la deshonra de su mujer y no permitió que se continuaran viendo. La pelea entre Rivera y el líder ruso sigue siendo un misterio, nadie tiene documentos que prueben qué fue realmente lo que pasó esa noche. Diego le escribiría a Frida:

Me peleé definitivamente con el viejo y puse mi renuncia a la cuarta (IV Internacional) para evitar pendejadas. Figúrate que se puso furioso porque leyó a escondidas una carta que le escribí a André (André Bretón)… Se puso loco de furia por unos chistes que hacía yo sobre él y escribió una ‘declaration forceé’ que ni contra Stalin habría escrito exigiendo que le escribiera yo a André retractándome de los chistes que ofendían “su honor político”.

Esta carta publicada en El país revela que el distanciamiento entre Trotsky y Diego Rivera no sólo fue producto por la relación de Frida con el primero de aquellos; o tal vez desde esa noche ambos tomaron saña contra el otro y devinieron en problemas cada vez más ridículos que buscaban de pretexto para la confrontación. Es que a partir de que Rivera se enterara de la infidelidad de Frida, primero decidió el divorcio con ella y luego sacó al matrimonio de los Trotsky de su casa y los envió a una en Churubusco. Este error le costó caro a las dos parejas.

Fue en esa casa donde los dos atentados contra Trotsky se llevaron a cabo. El primero fue planeado y consumado por el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros en 1940, quien estaba en contra de las ideas trotskistas y era fiel al Partido Comunista de México, el cual apoyaba fuertemente el régimen de Stalin. Él y una banda armada ingresó a la residencia del líder ruso y lanzaron una ráfaga de balas. Al primer indicio, Trotsky y su esposa se escondieron detrás de la cabecera de su cama. Alfaro Siqueiros fue llevado a prisión y una año más tarde que salió libre decidió exiliarse en Chile y después en Cuba.

El segundo atentado fue fatal para el revolucionario ruso y fue éste el que puso en la mira a Frida Kahlo y a Diego Rivera como sospechosos. Jacques Mornard mantenía una relación con Sylvia Ageloff, quien era muy cercana a Trotsky y quien también fue colaboradora de antaño en sus días en París con la pareja de los Rivera. En esta nueva casa, mantuvo las mismas visitas que en la casa azul, por lo que eran frecuentes las llegadas de Sylvia con Mornard. El 20 de agosto de 1940, decidió despedirse de la pareja Trotsky, puesto que regresaba a Nueva York, y fue entonces cuando dio el golpe. Mornard hirió de muerte al revolucionario con un pico de alpinismo.

Cuando fue detenido, inmediatamente se hacieron las conexiones de Mornard. Frida, Diego y Ageloff fueron los nombres inciales de la lista. A los primeros porque ya era conocido el pleito y fue de peso la decisión de Diego por sacar de la casa azul a los Trotsky, parecía que lo había sacado para perpetuar su muerte. Además de la ruptura amorosa con Frida, se le relacionó porque Mornard iba continuamente a las cenas ofrecidas por Kahlo en su casa. Mornard era un conocido de los Rivera desde París, puesto que habían colaborado en varias ocasiones con Ageloff. Todo parecía estar relacionado y el gobierno mexicano decidió apresar a Frida Kahlo.

La pintora pasó dos días presa. Mientras tanto, su casa fue saqueada en busca en información:

“Mi hermana y yo pasamos dos días llorando en la cárcel. Nos soltaron al cabo de dos días porque no éramos culpables ni del asesinato ni de los balazos”

relató la misma Frida. A Diego Rivera también se le consideró inocente después de días.

Sin embargo, las sospechas no cesaron durante años, tan así que perdieron mucho del apoyo del estado mexicano y después de su divorcio las dudas incrementaron más. Alguno de ellos debía estar involucrado. Diego Rivera seguía siendo un principal sospechoso de la planeación del crimen. Había querido regresar al Partido Comunista, pero no había podido por su intervención con Trotsky. Además, después de su distanciamiento con él frecuentó mucho al movimiento stalinista, con el que declaró que él había traído a Trotsky con el único fin de asesinarlo.

No fue sino hasta años después, cuando se descubrió que Mornard era en realidad Ramón Mercader -español partidario del comunismo stalinista e hijo de Caridad Mercader, agente del NKVD de la Unión soviética- y que la muerte de Trotsky ni siquiera fue planeada en territorio mexicano, sino que se gestó en varias partes del mundo (Nueva York, España y Rusia). La operación Utka fue diseñada por un general ruso y aceptada por Stalin. Para su realización se consideraron sólo a Alfaro Siqueiros y a los Mercader, nunca a Diego o a Frida. Éstos tardaron años en recuperar la confianza del gobierno mexicano y se decidió, por su labor artístico mundialmente reconocido, que no se hablara nuevamente del tema. Entre ellos, el romance de Frida y Trotsky quedó enterrado.

Eric Angeles

Editor y fundador de revista Iboga, literato de formación, mercadólogo digital de profesión y diseñador web cuando hay necesidad.

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