Podríamos enseñar ciencia a los políticos

Por Axel Pineda

Existen serios problemas en la aplicación de la ciencia en el contexto de la redacción y aplicación de las leyes, en temas desde los prioritarios para el gobierno mexicano actual como la energía o la educación, hasta los siempre debatidos de salud y medio ambiente. La causa es evidente: La mayor parte de la clase política no tiene formación científica y ello implica que la ciencia NO se integre de una manera correcta o suficiente en la toma de decisiones políticas.

Quiero demostrar mi punto con un ejemplo:

Todos tenemos presente el interminable debate de la reforma educativa del año pasado – que más bien se transformó en enemistad entre los maestros y la sociedad – en el cual quedó algo muy claro: la problemática actual de la educación, si bien no recae exclusivamente en los profesores, más bien es consecuencia directa de errores, improvisaciones y decisiones tomadas por las más altas autoridades del país, en gobiernos anteriores. La problemática que quiero destacar es bien conocida por todos, particularmente los padres de familia: NO está establecido un método estándar que permita evaluar detalladamente la calidad de la educación en México.

¿Cómo se puede asegurar que un programa educativo está dando resultados positivos (o negativos) si no se cuenta con mecanismos para evaluarlo? Es una pregunta obvia, pero al parecer no lo fue en su momento. En la educación media superior, las pruebas de evaluación sólo se aplican a los estudiantes del último grado, cubriendo únicamente los temas de matemáticas y de la comprensión del lenguaje, dejando fuera las ciencias naturales y sociales; y ello ha traído como consecuencia que las demás áreas de estudio y los estudiantes de semestres iniciales, no sean prioritarios en la atención de las autoridades educativas, distorsionando así el proceso educativo en su conjunto al dejar que lo demás se realice al tanteo.

Si bien la problemática educativa nacional tiene varias causas (sindicatos, infraestructura, un miserable presupuesto asignado…) este es un ejemplo de la diferente perspectiva de un científico con la de un político al establecer las pautas de resolución de un problema: en el momento de establecer aquel marco legal se omitieron métodos estadísticos adecuados para la toma de decisiones futuras en materia de legislación educativa, en pocas palabras: Ciencia. Quizá para un político la visión del problema es subjetiva (no lo sé), pero es inaceptable para un científico proponer el estudio de un problema omitiendo métodos mesurables que le permitan validar o dar continuidad a sus resultados.

Propuestas.

La solución más fácil para el problema que planteo es animar a más científicos a involucrarse en la política. Aunque plausible, no es realista esperar un aumento sustancial de científicos en la política. O quizá ampliar el papel de los asesores científicos: el aumento de su número, disponibilidad y participación en los procesos políticos. Sin embargo, ninguno de estos enfoques aborda el problema central de la ignorancia científica entre muchos de los que votan en los curules.

¿Tal vez podríamos enseñar ciencia a los políticos? Es una idea atractiva, ¿Pero qué político ocupado tiene tiempo suficiente? Ya en la práctica, los diputados y senadores casi nunca leen artículos científicos (o libros) y la investigación relevante para la agenda del día – por ejemplo eutanasia, aborto, control de medicamentos, patente de genes – les es interpretada por asesores o abogados externos. Y pocas veces, o nunca, a partir de un estudio doble ciego bien diseñado, aleatorizado, replicado, de un experimento controlado, con un gran tamaño de muestra o la conclusión inequívoca del tema exacto que contempla el debate legislativo.

En este contexto, en un artículo reciente de la revista Nature, se sugirió que la prioridad inmediata debería ser mejorar la comprensión de los políticos de la naturaleza imperfecta de la ciencia. La publicación explica que se deberían desarrollar las habilidades esenciales que los políticos deben tener para ser capaces de interrogar inteligentemente a expertos y asesores, y para entender la calidad, limitaciones y sesgos de las evidencias. Éstas, que se llaman ‘Habilidades científicas interpretativas’, son más accesibles que las requeridas para comprender propiamente la ciencia fundamental, y pueden formar parte del amplio conjunto de habilidades de la mayoría de los políticos.

Para ello en el artículo, titulado ‘Twenty tips for interpreting scientific claims’ los autores sugieren algunos conceptos que deben formar parte de la educación de todo funcionario público, los políticos, asesores políticos, periodistas, y cualquier otra persona que requiera interactuar con la ciencia o los científicos. Algunos de estos son los siguientes (Políticos que tienen formación de licenciados, lean con atención):

  • Ninguna medición es exacta. Prácticamente todas las mediciones tienen algún error. Si se repite el proceso de medición, se podría registrar un resultado diferente. En algunos casos, el error de medición puede ser grande en comparación con las diferencias reales. Por ejemplo, si le dicen que la economía creció en un 0.13% el mes pasado, hay una posibilidad moderada de que en realidad pudiera haber encogido.

  • Un tamaño de muestra más grande es generalmente mejor para cualquier estudio. El promedio tomado de un gran número de observaciones por lo general tendrá un carácter más informativo que el promedio tomado de un menor número de observaciones. Por ejemplo: la eficacia de un tratamiento farmacológico variará naturalmente entre los sujetos y su eficacia promedio será más fiable y precisa si es estimada a partir de un ensayo con decenas de miles de participantes que de una con cientos de personas.

  • La correlación no implica causalidad. Es tentador pensar que una tendencia es causante de otra. Sin embargo, la correlación puede ser una coincidencia, o puede ser el resultado de los dos patrones que están causados por un tercer factor. Por ejemplo: en un estudio documentado, ecologistas creían que algas venenosas estaban matando peces en estuarios; y resultó que las algas habían crecido en los mismos sitios donde había muerto el pescado: Las algas no eran las causantes de las muertes.

  • La extrapolación más allá de los datos es arriesgada. Los patrones de comportamiento de los datos que se encuentran dentro de un rango determinado no se aplican necesariamente fuera de ese rango. Por ejemplo: es muy difícil predecir la respuesta de los nichos ecológicos ante el cambio climático, cuando la tasa de cambio es más rápida de lo que se ha experimentado en la historia evolutiva de las especies existentes, y cuando los extremos climáticos son totalmente nuevos a los registrados.

  • Los controles son importantes. Un grupo control se trata exactamente de la misma forma que el grupo experimental, excepto que el tratamiento no se aplica. Sin un control, es difícil determinar si un tratamiento dado tenía un efecto realmente. El grupo control ayuda a los investigadores a estar razonablemente seguros de que no hay variables extrañas que afectan los resultados.

  • Los científicos son humanos. Los científicos tienen un gran interés en la promoción de su trabajo, frecuentemente por el gobierno y en obtener más fondos para su investigación, aunque a veces es con fines de lucro ciertamente. Esto puede llevar a un informe selectivo de los resultados y, en ocasiones, a la exageración. La revisión por pares no es infalible: los editores de revistas podrían favorecer los resultados positivos y el interés periodístico. Al respecto son mucho más convincentes para una decisión las fuentes de información múltiples, independientes de las pruebas y la replicación.

Los autores de la publicación original, la cual incluye 20 ideas concretas, se dicen plenamente conscientes de que el propio juicio científico está cargado de valor, y que el sesgo y el contexto son parte integral de cómo se recopilan e interpretan los datos. Lo que ellos pretenden es ofrecer una simple lista de ideas que podrían ayudar a los tomadores de decisiones a analizar cómo la evidencia puede contribuir a una toma de decisión, y, potencialmente, evitar la influencia indebida de otros intereses (problemática central en nuestro país). Sin embargo la parte más difícil, la aceptación social de las políticas aprobadas, sigue estando en manos de los políticos y el proceso político global.

axellpineda

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