Bernardo Marcellin
Alfred Jarry (1873-1907) fue famoso por romper con las convenciones sociales y por encontrarse frecuentemente en medio del escándalo. La mayor de las polémicas que protagonizó, y por la cual sigue siendo recordado a más de cien años de fallecido, fue su obra de teatro Ubú Rey, estrenada en 1896 y de la cual se dio poco después una versión para marionetas.
Dentro de una forma intencionalmente dislocada, Ubú Rey es una sátira de la codicia de los poderosos, el autor denunciaba en realidad los vicios de todos los hombres. Pese a su estilo irreverente, en la obra hay muchos elementos tomados de obras de Shakespeare. El personaje de la esposa, por ejemplo, que influye en Ubú para que asesine al rey Wenceslao y cometa numerosos abusos de poder nos recuerda a Macbeth, mientras que la aparición de los espíritus de los ancestros que impulsan al príncipe a vengar a su padre recuerdan a Hamlet.
Ubú quiere enriquecerse a como dé lugar y, una vez en el poder, manda ejecutar no sólo a quienes se le oponen, sino a todo aquel que puede algún día llegar a representar un peligro para él. Crea todo tipo de impuestos y explota a todos los habitantes del reino, lo que pronto estalla una rebelión generalizada. Su mujer quien da el golpe final a su régimen, al robarse todo el dinero del reino y ya sin recursos, Ubú es abandonado por sus seguidores. Con su esposa, huye de Polonia y se refugia en Francia.
Ubú se convirtió en el símbolo de la codicia de los políticos, de los burgueses, de aquellos que quieren adueñarse de todo. Basado en este personaje, en francés existe el adjetivo ubuesque, para referirse precisamente a una persona, a una actitud semejante a la del personaje. La obra también es vista como precursora del surrealismo y del teatro del absurdo.
La codicia no fue lo único de lo que Jarry se burló. En Gestos y opiniones del doctor Faustroll, patafísico, anuncia la creación de una ciencia nueva, la ‘Patafísica (con el apóstrofe inicial incluido), a la que define como “la ciencia de las soluciones imaginarias, que asigna simbólicamente a los lineamientos las propiedades de los objetos descritos por su virtualidad”. Se trata en realidad de una burla de la metafísica y de las discusiones filosóficas en general. En las secuelas, Ubú terminó por cierto siendo doctor en ‘Patafísica y, muchos años después de la muerte del autor, se fundó un Colegio de ‘Patafísica, que publicaba una revista donde aparecieron textos inéditos de Ionesco y de Boris Vian.
Jarry terminó así comportándose de forma parecida a Ubú, enfocándose a los placeres, provocando escándalos por la ciudad y en los círculos artísticos, presentándose frecuentemente en estado de ebriedad, mientras que sus amigos tuvieron que pagar varias veces sus deudas. Bebía con regularidad aguardiente de ajenjo, el mismo que acabó también con su contemporáneo, el pintor Toulouse-Lautrec. Los excesos minaron pronto la salud de Jarry, quien falleció a la temprana edad de treinta y cuatro años. Como si estuviera decidido a dar la contra hasta el último momento, como un postrer grito de burla de Ubú, su última voluntad fue que le dieran un palillo para los dientes.
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